sábado, 14 de septiembre de 2013

Tarde

Mi cama decidió raptarme como todas las mañanas. Es un proceso lento que empieza a la medianoche comenzando por los pies, si no me equivoco. Las sábanas se enrollan con fuerza a los tobillos con una delicadeza serpenteante. Las frazadas en invierno refuerzan el sostén del cuerpo, lo cual hace que la escapatoria al momento de despertar se torne dificultosa, pero nunca imposible. La almohada no ayuda al resto ya que siempre termina en el piso antes de lograr dormirme. Suelo forcejear horas. Hay momentos en que desisto, pero a la vez insisto apenas recupero las fuerzas. Con ahínco y perseverancia siempre logro mi objetivo, mi anhelo de liberación me motoriza. Con las fuerzas que me quedan, una vez que escapo, logro meterme a la ducha que me seda con alguna sustancia que posee el agua; algún elixir somnífero que me tienta a quedarme ¡Pero no! Sumergido en una somnolencia taciturna me adentro en las profundidades de mi habitación. Me seco y me visto como puedo, o como me dejan; la ropa también hace de las suyas para intentar hacerme quedar en mi departamento. Pero con las ganas que todo lo superan logro resistirme e imponerme. Ya fuera de la casa soy yo nuevamente... Y eso, Jefe, es lo que me hace venir tarde todas las mañanas.