jueves, 18 de junio de 2015

Carta

                                       Hace varios meses atrás...    

Querida:

Siempre se hizo difícil escribir esta carta por el hecho de que los sentimientos pueden usarte de títere. Es una cosa increíble; cómo te frena el miedo, cómo te aplasta la tristeza, cómo te oprime la culpa. Sentimientos que a veces no sabés por qué aparecen.
El tiempo que pasamos juntos fue explosivo. Viví experiencias hermosas, chamánicas, fuertes. Cosas que nunca en mi vida había sentido.
No se bien, no se si no lo recuerdo, cómo fue que de a poco me fui perdiendo. Es raro, porque me sentí lejos pero siempre estaba cerca.
Una noche soñé con ese sueño que tuve aquella noche despierto, esa vez que estábamos en la casa de tu hermana, el día que cocinamos cosas ricas y fuimos a la plaza y la terraza y el cielo parecía que se caía. Esa noche que soñé con esa noche me sentí más cerca.
Nunca podía terminar esta carta. Nunca le encontraba un final, nunca le encontraba un sentido. Siempre le encontraba un porque, un no, una negación, un sentimiento negativo en cuanto a cómo lo recibirías.
Justo hoy en el momento en que empecé a querer terminar esta carta apareciste, físicamente, en el piso de la oficina. Las conexiones extrañas o las casualidades, quién sabe.
Me enteré de cosas por las cuales me hubiera gustado abrazarte, pero por considerar que me enteré tarde, me sentí en falta y me escondí aún un poco más.
Sólo quería decirte gracias por todo lo que ofreciste, por fundirte junto a mi. Por entregarte y por confiar. La vida es hermosa, compartir es gratificante. Aprender es mágico.
Hundirse en el mar es único.