jueves, 24 de noviembre de 2016

Los invisibles

Somos invisibles, hermano, no hay vuelta que darle.  Será cuestión de suerte; de falta nuestra y de sobra de ellos.
Ya me cansé la verdad. Hasta hace unos meses me conformaba con eso del camino difícil, del aprendizaje completo, de los obstáculos necesarios. 
Pero no. Se terminó.
Somos dos grandes profesionales; tenemos muchas cualidades, mucha habilidad, la sensibilidad necesaria, la chispa. No es suficiente, ¿eh? No hay vuelta atrás. Parece que se pasa el tiempo y sigue lo mismo con nosotros. Estamos estancados en ese submundo medio oscuro, de la aceptación snob de los seres que lo transitan. Somos semitonos, semitodos.
Desastre, hermano.
Y viste cómo llegan algunos. Casi sin querer. O arriesgándose, dejando todo por eso y nosotros que no tenemos esa oportunidad que estos tienen. O capaz es algo que no tenemos. O el destino, qué se yo.
Capaz que el público no es el adecuado o nosotros no somos los adecuados para ellos.
Estoy muy cansado, hermano. Nadie nos ve. Seguimos escondidos, tapados. No salimos a la luz.  Nunca más. Y cansa.

sábado, 30 de abril de 2016

Juego

Siempre vamos a terminar encontrándonos en los espejos. Vamos a jugar al choque de los cuerpos, a las esculturas, a los encastres. No podemos evitar cosernos las pieles y tironear fuerte, buscar el fuego a través de la fricción, generar la amnesia de la impunidad y sonreír; sobre todo sonreír. ¿Y sino para qué jugar?
Si nuestro juego es el perdernos y encontrarnos constante en la calles del Centro o en el tiempo que nos tomamos en contar... Uno, dos, tres, cuatro, ¡Listo! Si no te escondiste te embromás y si vale perrito guardián porque las situaciones lo ameritan y hay que estar con mil ojos, sino te desayunan.
Y lo bueno es que no paramos de jugar. No sólo a esa eterna escondida que nos permitimos desde hace rato sino a los juegos primitivos. Dibujarte cosas en la cara, caerme con el dedo en las concavidades de tu cara. Cómo me gusta dibujarte y mirarte a los ojos que te estallan de sonrisa y me dicen que en ese instante no pedís más que eso. Porque no somos tan exigentes. Nos conformamos con nuestros cuerpos jugando en los escalones fríos o en la alfombra, en las risas armónicas o en las palabras que son excusas para que me rezongues el pelo o lo viejo que estoy, o mentirte que sos hermosa cuando en realidad lo sos pero me quedo corto.
Y siempre nos quedamos con ganas de jugar más pero hay que volver a casa, hacer los deberes, cuidar las cosas de uno. Hay que adecuarse a las reglas.
Para la próxima procuremos tener nuestras comidas a horas mas decentes y que lo lúdico dure más que los recreos que nos tomamos. ¿Será posible que odiemos los recreos? Escondete que terminé de contar...de nuevo.

lunes, 18 de abril de 2016

flashes, sirena

Sos sirena; todavía no se si pájaro o pez, pero hija de harpía o tritón estoy seguro. Sirena que endiablás con esa mirada a un punto invisible, fijo, siniestro. Que inquietás con tu belleza y llevás a cualquiera a la muerte de ese regaño en tu gesto. Esa indiferencia. O al espasmo mismo de un beso que nunca va a ser. Y eso es la muerte, y vos sos sirena.

sentir el cuerpo

Me acuesto y me encuentro decididamente un costal de huesos y gases dentro de tejidos y líquidos. De sentirme primitivamente animal a netamente fisiológico. Una máquina imperfecta; una conexión de probabilidades, de músculos, de carne y sangre, de procesos, de átomos, bombas, secreciones, sistemas. Todo moviéndose dentro mío. Todo un cuerpo.