miércoles, 23 de enero de 2013

viaje ascendente...

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Canción de cuna para Oli



                    En el medio del parque la supe conocer.
                     Retrato malcriado, capricho de nacer.
                   Mirada atolondrada y pasitos de algodón.
                     Toda la realeza suspiraba alrededor.

                  La tómbola de estrellas caía tras su andar.
                    Muñequita de trapo, traslúcido pasar.
                 Princesa cara sucia, con mirada angelical.
                            Y mucha personalidad...
                                herencia de mamá...

                             Pare-ciera reir la luna.
                           Simpa-tía como ninguna.
                           Pequeñita contestadora...
                     Sueños dulces! Todos te adoran.

                     Sueños dulces! Todos te adoran...

una noche diferente

La convención de arquitectos a la que Astor había sido invitado en el tercer mes de estadía en la Isla se iba desvirtuando hasta el punto del ridículo merengue y la alegría del ron. Otra vez todo anhelo de seriedad o asentamiento de cabeza de Astor quedaría latente bajo la alfombra azulada de la fiesta descontrolada en el salón del viejo Hotel Pulpo Resort, un parador obligado para los latinos extranjeros de la Isla. Astor había llegado al lugar como un invitado indirecto, como esos terceros arqueros con suerte que convocan en los mundiales de futbol, o esas personas que no tienen las amígdalas criptadas como Astor, ni como yo. La cita llegó de boca en boca por un veloz mensaje de letras transpiradas del negro Polé, un nativo medio saltimbanqui que hacía las veces de cadete en el pueblito principal. ‘’El arquiteto Mavé lo ha invitao a la gran gala señól… frac y flor roja señól, y mucha prisa porque ia empieza’’ Tomó uno de los 6 taxis, un Kaiser Caravelle con radio local y Sambuca de arriba del joven conductor. Llegó a la puerta del hotel, tarde, y con aliento a incomodidad dijo su nombre lentamente remarcando las consonantes de su apellido. Astor, y el apellido… Axel J. Mavé, gran amigo de hace poco tiempo y compañero de ruta en el exilio laboral de Buenos Aires, lo esperaba en su acartonada pose y una sonrisa socarrona y verdadera, combinando su estilo estilizado con un abrazo intenso y gratificante. De esos que recuerdan cuanta confianza existía entre ellos. Astor recorría el pasillo principal observando la mayoría perturbadora que existía de hombres sobre mujeres. Contó sólo 8 damas en un paneo discreto y pocas agradables a la vista de un soltero, a toneladas de kilómetros de su hogar. Mavé le presentó a sus colegas amigos; uno barbado, otro risueño, y un tercero alto, que no despegaba la vista de su teléfono móvil aludiendo que una gran, pero gran cita lo esperaba a la salida de la gala. Los tentempiés fueron más que suficientes para sentir el estómago una roca y adentrarse a la barra en busca de aguardientes digestivas. Astor estaba en sus días, esos de completa observación. Sentía que no necesitaba decir mucho, ya que el nivel de charla e intelecto del grupo lo saciaba totalmente y hasta parecían abducirle frases de su mente. Estaba conforme y cómodo entre la hospitalaria conversación y la presencia de su compañero. Mavé era la persona que mas sobrestimaba a Astor. Casi en broma, casi en serio. Se sentían identificados en ciertos puntos, pero Astor creía mas en el lenguaje gestual y motor que en el minucioso uso de los vocablos, como el que promovía Mavé. Camino a la barra, el más alto del grupo, hijo del arquitecto del hotel, que se sentía dueño de casa, supo despegar su vista de la pantalla y divisó a una amiga. Una morocha de rasgos espartanos, como acertó Mavé en su descripción, con unos ojos color mar y un estilo desencajado al paisaje de la reunión. La mujer era pura simpatía. Astor quedó embelezado; la quería para Mavé aunque también le había generado cierta atracción. Sintió la tensión entre ella y su amigo desde el momento del saludo, y en cada palabra que jugaba en el aire hasta fusionarse con la del otro. Claro que Astor tenía su mente en la oficina y se sentía poco apto para charlar en exceso, y mucho menos para competir con nadie por una dama. Nunca lo ha hecho. Los cigarros pasaban como las horas, lentas y meditadas, y la lluvia tenue dejaba bajar los tequilas ante la intensa luna de la Isla, en el patio trasero. Las risas, los recuerdos, las estructuras y la importancia repentina del numeral; gajes de la época. Hashtag! Repetían incesantes. Astor era percepción pura y eso lo volvía feliz. Más que nada cuando Mavé ligó a la espartana; fue una premonición, fue una realidad… La noche terminó tarde, o mejor dicho temprano en la mañana de sábado, y el flaco tratando de encontrar a su gran, gran cita; una chica rellena (y aprecien mi bondad en la descripción). Todos se saludaron, incluso una chica que criaba caballos en las afueras del pueblo lindante. Así terminó la noche, una noche distinta. Lejos de la cama, Astor decidió volver caminando. Compró unas esencias aromáticas en un puestito madrugador, y con los pies descalzos emprendió la retirada hacia su habitación del centro de la Isla, tragando un humo seco y traslúcido que le sonreía. Imaginaba a Mavé y a la espartana alimentando sus deseos, pero mas que nada se regocijaba por lo que le esperaba de ese sábado que daba sus primeros pasos en una sintonía perfecta. En una respiración holotrópica, excitante, perfumada de rarezas.

caramelo

Un caramelo en el suelo con envoltorio naranja y blanco, solitario. El hambre violento del fin de un mes duro. Era tomarlo o dejarlo, aunque sea para engañar el estómago. Todo se trataba de decisiones últimamente. Aunque cada vez que frenaba a pensar, siempre se trató de eso. Estaba más cómodo en la isla, y el trabajo lentamente iba acomodándose a Astor. Catapultado a la negativa de tomar el caramelo, gran símbolo, siguió su marcha hasta el hotel con el abdomen más desgarrado que su bolsillo. Subió a su habitación, charló unos mates en soledad, y se manducó un paquete entero de esas galletitas que se había llevado de Argentina. Una tras otra sin respiro, desesperado, como con las ansias locas de abrazar a su familia de un solo manotazo. El dinero ya no le rendía tanto como al comienzo, pero estaba descubriendo nuevos horizontes. La libertad en otro lugar. La libertad lejos de casa. Ya tenía su esquina favorita en la isla. Pero ya faltaba poco para volver a Buenos Aires, pensaba todas las mañanas. Esa era su energía.

sábado, 19 de enero de 2013

lienzo

El poder de las palabras y lo transparente de las analogías. En eso se radicaba ese poder absoluto que sentia al ponerme frente a un lienzo. El momento justo donde la inspiración encuentra mi mesa de bar para compartir una cerveza helada y charla sabrosas. Todo mas que bello sea cual sea el sentimiento. El trazo fino que se conjuga craneanamente para establecer la arquitectura del escrito. No siempre es un perfecto climax, pero cuando se siente es como si un sábado fuera una extensa tarde de mas de 24 horas, con brisa fresca y tabaco húmedo en cada gota.

jueves, 17 de enero de 2013

maconha...o las cartas de la griega.

No creo que a la griega le fascine la posada del Remanso. Si bien es aventurera y despreocupada en partes, apostaría que su intrépida faceta es mas arenosa y pregnante, una raiz de sal húmeda. Escribir de ella me confunde hasta la luna, con ladridos de fondo. Confusión controladisima... Ella en este momento debe estar entre rubios colegas, y yo con dos octogenarias. Gajes del nivel de cada uno. Si bien como sabe ella, yo la amo, también conoce con detalles mis intenciones que no son más que enamorarla hasta un punto final, una coma, o puntos suspensivos. Sino de la magia qué? Ella abrumada hasta el sol con limas sutiles de fondo. Abrumación controladisima... La griega plena, con trampas all inclusive y una duda latente; por qué seguía queriendo a un inepto, que no era yo, y otra incógnita que superaba con creces a la anterior; un clavo sacará a otro clavo? Desde mi almohada fucsia recibía toda su intinerancia vacacional: "fue una cena tranquila con ellas y los demás. La comida atractiva y los tragos empezarona actuar antes del postre, ya sabes. Si bien no es mi fuerte bailar, y menos en tierras de samba con ese, esta noche fui el centro". Y vaya que necesitaba serlo para sentirse mas segura aún. La noche tenía aroma a excesos y jolgorio. "Los besos en la arena fueron mas excitantes que el bossa nova de Tito, un lugareño" proseguía la griega. "No pensé en nada y eso ayudó. De él, ni noticias, es mas, ya casi lo había olvidado hasta ese momento". "Este muchacho es hábil en la cama, aunque no fue en una cama precisamente". "Gracias por leerme, espero alguna anécdota tuya". Y me fui a dormir con una sonrisa gigante y un te amo precoz, otra vez. Uno de esos que nadie entiende.

domingo, 13 de enero de 2013

temer

Cada día mas temeroso, pero aún mas temerario. Mis tobillos se asustaban entre sí. Cualquier semejanza con la realidad es meramente silvestre. Las mangueras se tornaban en serpientes iracundas y el aire espesaba la noche. Hasta sentí un pinchazo en el brazo que no terminó siendo mas que un broche que bailaba prendido de la cortina, que hubiera jurado que podría tranquilamente ocupar el rango de manta por su grosor amondongado. La sexagenaria pileta, elevada del terreno, se mostraba como un riacho dulzón coronado por piedras turquesas de fantasía. Ni el olor del incienso parecía artificial, todo evocaba natura, todo inundado en tono agreste. Los pasos triples de la tía Muñeca; paso, bastonazo, paso. Hurgaba la bolsa de remedios en el living y volvía a su ruidosa cama mirando con el rabillo mi posición, con mirada felina. Yo seguía divisando la falsa ventana, y a través de ésta, el pasto que eran miles de arañas verdes acechando. Las estrellas titilaban en melodía barata, desenmascarándose como las luciérnagas que eran, tucos! Como le dicen acá en Catamarca. Todo rústico entre las paredes y afuera tan oscuramente atractivo. La finca no era mas que una terrible nebulosa inspiradora. Y el placer de irse a dormir así, mascando letras y sintiéndose tan minúsculo uno frente a la naturaleza...

lunes, 7 de enero de 2013

descanso Tulumba

El viento de las arboledas creaba un clima de oasis comparado con la caldosa ciudad capital. El remanso se extendía entre mangos, guayabas y pomelos, limones, naranjas y bananas, y hasta caquis. Era como un manual de cómo sentirse más porteño que nunca; a cada paso un hormiguero abusivo o una hortiga en los brutos pies, o algún zángano hostil, casi risueño. Era una mezcla de fascinante regocijo melancólico y exhaustivo pánico, horroroso. Entre los perros las risas de la Charito; y encontró el cadáver del tercer can nomás. Ese era el olor nauseabundo! J.M. que robaba higos y el perro enano que hacía lo propio con su ojota. La pileta chorreaba bichos, pero refrescaba con una inmensa bocanada de aromas, de marea, de recuerdos de la abuela y la tía Muñeca, a la vera del agua y diapositivas de infancia en sus charlas. Y yo, con la kinestésica memoria echándome unas cuantas brazadas de un crawl forzado y sacando la cabeza del agua con la tremenda fortuna de toparme nariz con nariz con un alacrán rubio. Nariz con aguijón, flotaba casi muerto con cara de reciente homicida, ponzoña pura. Todo oscilaba pendulante entre película de terror y hermoso diario familiar. La construcción antigua le daba ese toque colonial que en esos descuidados rincones me estremecía los pelos del brazo como aquella autopsia del extraterrestre que pasaban por telefe. El piso de la casa rodaba imperioso fusionando adobe y una argamasa indescriptible. Escupo un adjetivo, rasposa. Las paredes arrugadas y el olor a mazorca sin choclos alrededor; varitas y chapas en el techo, ventanales manchados y mucha paz por minutos. Lo más vistoso eran esos cuantos libros aislados en improvisadas bibliotecas que perfumaban con un polvo añejo cada habitación. En sus lomos se divisaban títulos de historia de la música y contabilidad de los costos entre otros. J.M. que contaba de los injertos en la parra con hojas de dalias, de semillas y otras tantas cosas que me hacen sentir ignorante y afortunado por poder seguir aprendiendo. Tantos recuerdos en esa "maison vitè" y en cada paso un relato sobre el tío Enrique, el progenitor del lugar que según ellos sonrie desde el cielo con los demas finados que la visitaban. No lograba desconectarme del todo, tampoco cesaban los bichos de hostigar las piernas. El celular se apagó a eso de las 11. El viento empezó a soplar mas intenso. Ya se habían ido la Charito, J.M. y Moni en el Kia pride que compró el abuelo Tati en Buenos Aires. Hasta el negrito, el cuidador, me dejó solo con las señoras. La noche caía en el remanso del descanso de Tolumba, la finca del tío Enrique, o como quieran llamarla. El arbolito de navidad mas tétrico que vi en mi vida apagaba y prendía sus luces proyectando las siluetas aún mas terroríficas. Yo seguía escribiendo en la vieja cama del tío, un catre de antaño rodeado de imágenes de santos y un cuadro de la selección francesa de rugby. Sentía miles de ojos observandome. La tía Muñeca y la abuela Dina dormían con la tele al máximo de su volumen. El descanso Tulumba mas relajante y sombrío que nunca con mi presencia. Y el apagón fue inminente.

miércoles, 2 de enero de 2013

ayudita

Empujame que esta brisa no me ayuda, y sintámonos culpables juntos de otra hermosa pérdida, de un dulce deceso. Que mis dedos están aferrados al borde de éste abismo de cautela y resplandor trillado. Ahogame en el sudor de la caída con un empelloncito en el omóplato, para sentir ese vértigo inconcluso de morir lentamente empapado de la velocidad, de ese viento que crea el cuerpo en esa aerodinamia negra y tantas otras leyes físicas y espirituales. Dale, animate! Que solo no puedo. Triste pedido. No poder uno siquiera morir por su propia voluntad y acción.

con el "te amo" precoz

Se amaban de la manera mas precoz que se podía amar, esa de charlas filosóficas con besos truncos de por medio y miradas que aullaban una confortable comodidad. Eran amantes furtivos y ajenos a toda libido típica. Eran amor de mentira y caracolas que cortan en la arena, o como mariposas volando hacia una llama. Era un lindo amor, una catástrofe a las novelas trilladas, a los cuentos de hadas. Eran deseos de chapuzones racionales o simples cosquillas en esos pies que llamaba feos, pero con tanta delicadeza tenía sus uñitas pintadas. Se amaban mas que nada fugaces y ansiosos. Cada vez mas precoces, cada vez mas lejanos.