martes, 29 de julio de 2014

fotografía

Me indicabas los planos en los que debía hacer no se que cosa en el enfoque de un ángulo que no veía, porque mi enfoque era otro. Confundía matiz y matriz, y las risas se elevaban en delicada armonía.
Tirábamos las cámaras en el pasto y dedicabas toda la tarde a ser esa simpleza de primavera de mayo. Te acaracolabas en un vórtice témporo-espacial en el que caía sin quejas, con gusto, y olores.
Me acomodabas la mano en el lomo, oprimías mi dedo en el gatillo de tu máquina ,y delicadamente, me enseñabas cómo era mejor hacerlo.
Todas eran fotos, a cada momento en una vereda, un limón, unas botas, un terciopelo de piel, un pelo, una flor amarilla, un agudo.

carta a la inspiración

Llegabas a cada momento, incluso a veces parecía adrede la inoportunidad de nuestros encuentros. Una de las últimas veces caminaba por una Buenos Aires chiquita; me haces sentir grande de vez en cuando; enorme en mis pasos, en el porte, con el pecho al cielo y la vista al frente, encontrándote en una corriente de cardúmenes humanos. Insertándome en el domo de lo cotidianamente aceptado, esa suerte de autovía de personas yendo y viniendo, salpicando grises y destellos de energía.
Te encuentro, y en ese momento no puedo, no están dadas las condiciones para la correcta ceremonia que es elaborar un algo.  Y elaboro una fórmula matemática que dice: inspiración=u

509MI



Revolvía el caldo con la cuchara de Lufthansa y trataba de encontrar las iniciales de su nombre, trabajo que se volvía cada vez más minucioso y proporcionalmente tedioso.
Números y letras por toda la superficie plateada del utensilio; cinco, cero, nueve, eme, i. Haches, es, tés, unos, treses, as.
Y cuando las eles me atormentaban el pensamiento, empezaron a aparecer las pe, las z, una infinita caravana de pes y zetas que se atestaban en la cuchara con restos de caldo de queso y algunos muñones de letras como las eles  y las pes, y las tés, y números como los unos y los sietes, y así.
La sopa riquísima, una verdadera lástima no poder encontrar las des, y confundirlas con ceros, que no valen nada. Y me decís que vienen dos des por paquetes, y que a vos te había tocado una, y yo con miedo a que no me toque porque justamente simbólicamente sería una decepción, y a mí en ese plano me gusta estar completito, completito.
Y la cuchara de Lufthansa se sumergía en el líquido anaranjado contenido por el tazón de breakfast en el que teníamos nuestra dinner, por seguirle el juego a la anglosajona decoración.
Trataba de encontrar, la búsqueda seguía incesante, dejando de lado los hermosos detalles de la cena, otra lástima…