martes, 29 de julio de 2014

carta a la inspiración

Llegabas a cada momento, incluso a veces parecía adrede la inoportunidad de nuestros encuentros. Una de las últimas veces caminaba por una Buenos Aires chiquita; me haces sentir grande de vez en cuando; enorme en mis pasos, en el porte, con el pecho al cielo y la vista al frente, encontrándote en una corriente de cardúmenes humanos. Insertándome en el domo de lo cotidianamente aceptado, esa suerte de autovía de personas yendo y viniendo, salpicando grises y destellos de energía.
Te encuentro, y en ese momento no puedo, no están dadas las condiciones para la correcta ceremonia que es elaborar un algo.  Y elaboro una fórmula matemática que dice: inspiración=u

1 comentario:

  1. Querida B.:

    Ésta carta está escrita mucho antes que hoy y que estos días últimos en los que nos hemos visto y hemos tenido oportunidad de esclarecer algunas cuestiones mentales, algunas llagas de la memoria. Y lejos de tirarnos cobras por la cabeza (cobras mentales, parafraseando a Ramiro) nos entregamos una bondad de antaño, de la de siempre, la auténtica esencia de lo que somos. Pero no importa, porque esto es una carta y no un inventario de lo que pasó en estos últimos días, ni el abrazo tan grato, que no es despedida.

    Querida B.:

    Gracias por todo el amor entregado desde el momento en que nos conocimos hasta el día en que el último de los dos muera, y me atrevería a decir que hasta la eternidad. Me aferro a lo que decíamos el otro día, que pese a que las situaciones son distintas, y a ese día de crack-o-matic, o quiebre, simbología pura de por medio, y el tema de los hechizos ajenos, y que todos tenemos nuestros brujos, etcétera. Pero no es lo que quiero decir, aunque fue exquisito el paralelismo de las pérdidas. Igualmente esta carta es sobre otra cosa.
    Querida B.:

    Pedirte perdón sería algo así como una redundancia, una basurita en el ojo, un capítulo repetido en un mismo libro. Hay tantas cosas que hicimos y que ya no vale la pena analizar. Obviamente asumiendo mis responsabilidades y los errores, así como vos asumís lo que te corresponde.
    Los mates de la mañana pasada tenían ese gusto a Haedo, a colchón en el piso, a Cata merodeando, a la guitarrista del subte comiendo fideos de la olla, una florcita en el cactus y todo se repite con las coincidencias de las que vivimos. Vivimos una sincronía no sólo entre nosotros sino con las tantas personas que nos aman y que quieren lo mejor para los dos individualmente o juntos en la condición que sea; en un mismo barco, en un mismo barrio, en un mismo mundo, o un sueño. Y si bien algunas pesadillas recurrentes me han carcomido el sentimiento y manchado todo concepto elevado que tenía de vos (erróneamente por el estúpido tabú) hoy ya no es así, pero todo ha servido, ¿sabés?
    Te veo feliz con ese grandote enorme de corazón como parece ser él, que te entrega una sensibilidad distinta, de selvita en la ciudad, de palabras llenas de música, de humor caricaturesco, de histrionismo amable. Y yo también estoy bien, muy bien. Con mi psicólogo personal y la mujer de la que tanto te hablé por primera vez; esa desidealización morbosa para suplir mis propios errores o justificar mis accionares que también han sido nobles por llevar la bandera del sentimiento, pero algún día te contaré. Y me hace bien saber que estás bien, que pudiste vomitar esos renglones de la página de ese libro que hemos escrito, que sigue escribiéndose lleno de asteriscos, llamadas, puntos suspensivos y ‘’si, claro’’s.
    Querida B.:

    Nos estamos viendo. Largá todo. Adiós y hola eternamente.

    A.

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