martes, 29 de julio de 2014

509MI



Revolvía el caldo con la cuchara de Lufthansa y trataba de encontrar las iniciales de su nombre, trabajo que se volvía cada vez más minucioso y proporcionalmente tedioso.
Números y letras por toda la superficie plateada del utensilio; cinco, cero, nueve, eme, i. Haches, es, tés, unos, treses, as.
Y cuando las eles me atormentaban el pensamiento, empezaron a aparecer las pe, las z, una infinita caravana de pes y zetas que se atestaban en la cuchara con restos de caldo de queso y algunos muñones de letras como las eles  y las pes, y las tés, y números como los unos y los sietes, y así.
La sopa riquísima, una verdadera lástima no poder encontrar las des, y confundirlas con ceros, que no valen nada. Y me decís que vienen dos des por paquetes, y que a vos te había tocado una, y yo con miedo a que no me toque porque justamente simbólicamente sería una decepción, y a mí en ese plano me gusta estar completito, completito.
Y la cuchara de Lufthansa se sumergía en el líquido anaranjado contenido por el tazón de breakfast en el que teníamos nuestra dinner, por seguirle el juego a la anglosajona decoración.
Trataba de encontrar, la búsqueda seguía incesante, dejando de lado los hermosos detalles de la cena, otra lástima…

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