martes, 7 de octubre de 2014

A.D.A.



Ada es una persona chiquita, física y teatralmente. Eso puede deberse al hecho de que contiene cosas en su interior, que si las escupiese podrían hacerla crecer.
Ada es una mujer que tiene pelo espeso, negro, agolpado de rulos que alguna vez, dicen, fue una cascada lacia hasta la comisura de sus nalgas quinceañeras.
Ada tiene ojos. Dos. Son de un color verde hoja de palta, pero con un brillo celeste que no se distingue a simple vista, con algunas manchas de madera, y aureolas doradas tirando a amarillo que le permiten decir que tiene una mirada hermosa. Sin embargo,  los ojos de Ada son tristes si uno se fija detalladamente en uno de los lados de la pupila, cuando ella se relaja y deja mirarse, cuando se hace transparente en algún descuido.
Ada tiene nariz prominente, piel de diabético, como me gusta decirle cariñosamente por su calor, su tonalidad rosa, su textura y su aroma, y un vaporcito imperceptible que emana al tenerla cerca. Pero en realidad no sé cómo es la piel de diabético; sólo lo digo porque de niño decidí decirle así a la piel de Ada, y quedó asentado.
Ada es terca y comprensiva, simpática y testaruda, es confiable y no tanto, es sensible, muy sensible, hermosamente sensible. Es un poco como nosotros.
Ada es chiquita y es enorme. Hermosamente enorme.
La historia que voy a contar se desencadena en el momento en que Ada decidió liberarse, hacerse grande, confiar, y en mi caso, me permitió atar algunos cabos que pululaban en mi psiquis. 
Primera parte
Ada y yo estábamos mirando la tele de la cocina. La cocina tiene las paredes recién pintadas, pero la humedad hizo que enseguida se descascarara porque es muy puta la humedad y el gastadero de plata que eso implica, y toda la bola.
La televisión es un aparato grande, de 73,66 centímetros más o menos desde un vértice de la pantalla al opuesto, en diagonal, por dentro. La misma medida con los otros dos vértices opuestos. La televisión es gris con un marco negro sobre la pantalla y algunos orificios por donde sale el sonido.
Hay en la cocina un ventanal con vidrio esmerilado, aunque no estoy seguro de que sea esmerilado, pero lo llamo así. Es similar al caso de lo de la piel de diabético en cuanto al simbolismo.
El ventanal es amplio y unas cortinas nuevas y violetas se pueden correr en la totalidad de la amplitud del ventanal, y así cumplir el cometido de cualquier cortina violeta, que todos sabemos cuál es.
También hay otra entrada de aire y luz que es una puerta metálica pero dócil, armónica, poco ruidosa, noble como una puerta de madera. La puerta tiene dos vidrios esmerilados, es decir, del mismo tipo del de las ventanas, pero el de abajo está roto por una piña.
La mesa y las sillas estaban quietas, la televisión estaba prendida. La ventana de vidrio esmerilado estaba abierta y las cortinas violetas también. La puerta estaba abierta para que entre aire, pero ese no era el problema.
 Estábamos Ada y yo sentados en la mesa y le comenté que el reflejo de la puerta daba justo en la pantalla desde el lugar en el que yo estaba sentado. Cerramos las cortinas violetas y el reflejo seguía. Cerramos la puerta y el reflejo seguía. Pregunté de dónde venía esa luz a Ada. Me contestó sinceramente que venía del sol y me enojé demasiado porque odio las respuestas estúpidas. Ahora que estoy leyendo lo que escribo comprendo que el enojo fue más que exagerado. Me duele el pecho por una especie de culpa, angustia, o algo así.
Entonces surgió una pelea con gritos de colores, golpes de mesa y lágrimas. Mucho sentimiento la pelea, así que la calificación sería BUENA.
Segunda parte
Entonces Ada con sus ojos inflamados de sentimientos puros pero ingratos, y yo con Ada entre los brazos, como un pajarito de plumitas claras y algunas hitas de melodramatismo, nos adentramos en un terreno poco conocido por nosotros. La calma. La calma que antecede a un gran temporal es distinta a la calma que sucede a un gran temporal. Sólo eso, para que se sepa bien la diferencia. Ada y yo reflexionamos sobre la relación que tenemos, sobre metáforas clásicas que compartíamos desde hace años y prometimos cosas que no creo que se puedan cumplir, pero aunque sea intentaremos. Por ejemplo, ser más pacientes. Y hubo un punto de inflexión...
Tercera parte
Pasó un Dassault Mirage 5, que es un avión de ataque supersónico diseñado por Dassault Aviation en Francia durante la década de 1960.
Cuarta parte
La cuarta parte es la última de este texto, es decir, la clausura. Pero paradójicamente se la llamó la apertura. Dato.
 Ada dijo "no te imaginás lo que fue sentirla siete meses dentro mío, moviéndose, pateando, como te movías vos, como pateabas vos. Y el día del parto fue el día del funeral. Me la sacaron, siento que me la sacaron, hecho culpas a fuerzas oscuras.
Yo tenía una vida dentro. A las horas tenía vendas en el vientre, dolor, angustia, furia, impotencia. Aldana Rocío no fue...se la llevó Dios. Es un angelito de Dios."
Y así llegamos a la conclusión de que puede ser que yo odie a eso que ella llama Dios desde esa vez. Y que quizás la poca paciencia, y todas esas cosas, quizás... desde ese momento...quién sabe...

Quinta parte
En cuanto a todo lo que engloban estos hilos, esta relación de madre e hijo; no creo que ninguna madre ni ningún hijo se amen de la forma en que nosotros nos amamos. Y pienso que muchas personas deben pensar lo mismo de ellas y sus madres o hijos.

Exaltaciones

En fin. Era decirte cuánto amor te tengo mas allá de toda debilidad sexual que pueda sentir por vos, una impecable y destructiva tensión libidinosa que se traduce en tu piel. Porque tenés una piel suave y diurna. Blanda, cómoda como un rayito de sol entre las hojas. Por si no lo sabías. Pero es tarde, y es pronto. Quería decirte que te quiero. Que me fume un cigarrillo de marihuana y dos de tabaco. Que me fui a bañar y mientras el agua se deslizaba femeninamente en mi cuerpo, yo te pensaba. Como en toda la mañana, y los días anteriores, y la noche, y cuando me sonreís de frente con la mirada, como cuando leí ese capítulo 47 de rayuela al azar de dedo, y cuando me fumé los 3 cigarros. Es lamentable el entorno en el cual escribo esto, tan estúpidamente prohibido y culposo. Moralmente, digo. Simplemente eso, redundar en que te quiero y que es tarde, o es pronto.

jueves, 14 de agosto de 2014

estancia en delta

El río gana terreno. No se bien a que factor geoclimático se deberá ese fenómeno, pero el río ganaba terreno. El río como entedidad viva, como deidad prosaica para los turistas de Nikon en mano, se adentraba en el dominio terrenal ganando ese algo, esa porción de tierra que de alguna mítica manera le pertenece. Por ser parte de un planeta llamado Tierra que debería llamarse Agua. El río sigue avanzando ,con una violencia pacífica, imperceptible al ojo de los viajantes q mientras todo sucede, duermen plácidamente en un king size con edredón de plumas de pato.

martes, 29 de julio de 2014

fotografía

Me indicabas los planos en los que debía hacer no se que cosa en el enfoque de un ángulo que no veía, porque mi enfoque era otro. Confundía matiz y matriz, y las risas se elevaban en delicada armonía.
Tirábamos las cámaras en el pasto y dedicabas toda la tarde a ser esa simpleza de primavera de mayo. Te acaracolabas en un vórtice témporo-espacial en el que caía sin quejas, con gusto, y olores.
Me acomodabas la mano en el lomo, oprimías mi dedo en el gatillo de tu máquina ,y delicadamente, me enseñabas cómo era mejor hacerlo.
Todas eran fotos, a cada momento en una vereda, un limón, unas botas, un terciopelo de piel, un pelo, una flor amarilla, un agudo.

carta a la inspiración

Llegabas a cada momento, incluso a veces parecía adrede la inoportunidad de nuestros encuentros. Una de las últimas veces caminaba por una Buenos Aires chiquita; me haces sentir grande de vez en cuando; enorme en mis pasos, en el porte, con el pecho al cielo y la vista al frente, encontrándote en una corriente de cardúmenes humanos. Insertándome en el domo de lo cotidianamente aceptado, esa suerte de autovía de personas yendo y viniendo, salpicando grises y destellos de energía.
Te encuentro, y en ese momento no puedo, no están dadas las condiciones para la correcta ceremonia que es elaborar un algo.  Y elaboro una fórmula matemática que dice: inspiración=u

509MI



Revolvía el caldo con la cuchara de Lufthansa y trataba de encontrar las iniciales de su nombre, trabajo que se volvía cada vez más minucioso y proporcionalmente tedioso.
Números y letras por toda la superficie plateada del utensilio; cinco, cero, nueve, eme, i. Haches, es, tés, unos, treses, as.
Y cuando las eles me atormentaban el pensamiento, empezaron a aparecer las pe, las z, una infinita caravana de pes y zetas que se atestaban en la cuchara con restos de caldo de queso y algunos muñones de letras como las eles  y las pes, y las tés, y números como los unos y los sietes, y así.
La sopa riquísima, una verdadera lástima no poder encontrar las des, y confundirlas con ceros, que no valen nada. Y me decís que vienen dos des por paquetes, y que a vos te había tocado una, y yo con miedo a que no me toque porque justamente simbólicamente sería una decepción, y a mí en ese plano me gusta estar completito, completito.
Y la cuchara de Lufthansa se sumergía en el líquido anaranjado contenido por el tazón de breakfast en el que teníamos nuestra dinner, por seguirle el juego a la anglosajona decoración.
Trataba de encontrar, la búsqueda seguía incesante, dejando de lado los hermosos detalles de la cena, otra lástima…

viernes, 6 de junio de 2014

BESOS EN GRECIA


''Blue Moon... you saw me standing alone.
Without a dream in my heart,
without a love of my own.''

Será una cuestión de feromonas, si es que las feromonas tenían algo que ver en esto, pensó Astor un tanto electrizado, un poco...
Fue en esos días que la teoría de los hilos se volvió mas fuerte, mas práctica que teórica; hilos invisibles entre todos los individuos, interconexiones energéticas, caudales de éter, hilos. Los hilos nacen desde alguna parte del alma, es decir, desde todos los insterticios de alma salen infinidad de hilos que atraviesan la materia corporal, y uno podría decir ''este hilo que me sale del cuello'', y se podría conectar a la frente de otra persona, lo que daría por resultado que ese hilo es uno solo: conexión de almas al fin y al cabo. La tarde evocaba una película francesa, contemporánea seguramente. La lluvia ayudaba mucho, aceptado totalmente. Una canción de jazz hubiera sido perfectamente la mejor cortina musical para las escenas que iban a acontecer, pero la urbanidad sonora tambien ayudó.
Un viaje; casi siempre se empieza con un viaje. Un movimiento de algo que nos lleva y a la vez sentirse tan clavados en ese lugar, una mirada, un búho blanco, una amenaza encantadora.
''Y detenerme en tu boca para no perderme en el infinito de tu mirada, que era la mía, que era la tuya, que era la mía, que era la tuya, que era la mía, que era la tuya...''
El subte estaba apocalíptico, súbitamente caldoso, entre cuerpos empapados de lluvia y sudor, y muchas voces; que el subte sube a cuatro cincuenta/ malditojefedegobier.../ todos los fines de semana lluvia/ tiempo loco/ Pueyrredón? por la otra puerta y faltan tres.
Astor sintió tantos cuerpos sobre él que perdía cierta initimidad, hasta que claro, el cuerpo de ella se aferró. Creería que fue una cadera en su pierna; en esos momentos de maraña subterránea se dificulta diferenciar los segmentos corporales.
''And then there suddenly appeared before me. The only one my arms will hold''. Sacá lo de 'The only one' por ahora.
A la altura de Olleros se descongestiona, así que tranqui, ya casi llegamos. La charla era un beso largo y chorreante. Los pies caldo, la camisa una humedad que ni cuento. Astor y ella coincidieron las cuadras que tenían que caminar despues de bajarse en la estación terminal en la que también coincidieron. Quizás el camino correcto hubiera sido: Astor una cuadra a la izquierda, cinco para adentro/ Ella izquierda tres cuadras para adentro cinco para la derecha, y listo, pero no. Se tomaron de los cuerpos sin tocarse y emprendieron caminata hacia la despedida, caminando sin prisa y esa ansia de no querer que el momento termine bajo una lluvia desdichada y violenta que los pinchaba con un frío sordo y penetrante.
La esquina guardaba un restaurante de olor a aceite reciclado, de sillas marrones (anotar nunca venir a comer acá). El beso de despedida: beso a cachete, ni acercarse a la comisura... Si, claro, fue una despedida, pero el deseo de no querer que esa mágica sensación se termine creó una falacia temporal, algo así como una gambeta cósmica que extendió ese momento, ese beso que no fue y que fue, a una caminata unos días u horas despues. Mismo barrio, mismos intérpretes, mismos hilos que tiraban: el del la boca del estómago de ella al del pecho derecho de él (que era sólo un hilo), y así doscientos hilos mas que se tenzaban, aunque más levemente que ese hilo mencionado.
Perderse por Núñez entre angelitos musicales y mucho pasto. Prometerse cafés que no llegaban, piropos, confesiones obvias y varios cigarrillos, aunque no recuerdo si los hubo antes o despues del beso corpóreo. Pedraza si mal no recuerdo y Astor que expone las ganas de besarla como un dictámen del alma y al diablo las reglas, y ella asintiendo con el sentimiento compartido. Fuego nuevamente, fuego nuevo, hipnósis, hilos, hilos, hilos. Y así entrelazados en un infinito desorden de hilos llegaron a Grecia (y no recuerdo la otra calle) y se amurallaron sobre una pared de libido oscura que no reconocerían en otro momento si volvieran a pasar, porque ese lugar era irrepetible, no existía mas que dentro de ellos dos, mas que con esos hilos, esas bocas... ''Era magia todos los días.''

jueves, 5 de junio de 2014

1

El cielo estaba así de celeste, igualito.
Había olor a domingo como hoy, y me fijaba en el detalle de las baldosas de varios rectángulos, como cuando era chico.
Llovía, paraba, llovía, tormenta, paraba, risa. Una balanza loca, un equilibrio inestable, o algo así, tanto no recuerdo.
Lo que sé es que te tenían metida en una caja de crayones sin crayones y que los cuerpos muertos adquieren un peso terrible y un olor asqueroso.
También estaba en el teatro ese día, y por primera vez una noticia así me tomó de sorpresa; yo que siempre las predecía. Capaz cuando sea por mi madre o por mi padre pase lo mismo; preferiría que de sorpresa, si.
Bueno, hace un año se moría mi abuela y la verdad fue una desventaja sentimental bastante grande de la que varios se supieron aprovechar.
Es una muerte igualmente, estaba vieja, todos se mueren, lo mismo sentí ayer que hoy y hace meses, y hace un año, sólo lo escribo porque es meramente simbólico y preciso contar todo, porque somos así. Quiero que me digan estupideces como ''fuerza'', ''el recuerdo de ella'', etc. Que me hacen bien porque son estupideces, pero lindas, y con afecto casi siempre.
Seguía lloviendo, tengo que devengar unas facturas de contratos.
Se juntan las cosas, se amontonan y todo se relativiza en una foto con tu abuela y tu hermanito cuando era un nene todavía, y en pensar en que estoy manejando números en un sistema de computadoras y obligado a saber lo que es la 4ta categoría, cuando lo único que me importa es la 4ta pared y las letras, y un par de cosas que te ayudan a darte cuenta de que siempre se puede estar un poco... bueno, no importa.
Chau Rosa! Chau!

jueves, 29 de mayo de 2014

patria

Una escarapela tirada en el piso del 68. Pisoteada, celeste, blanca, y un poco marrón y negra. Un señor de gris hace una pirueta retorcida para agarrarla, estirándose, luchando con sus proporciones y procurando no salir de su asiento individual.
Cuando la agarra la pone en la palma y cierra sus dedos que son tan anchos como los dedos gordos de mis pies. La aprieta en su mano y besa el puño. Lleva el puño al pecho y guarda la escarapela en su bolsillo.
Capaz que si no fuera 25 de Mayo no hubiera escrito esto que acabo de ver, y nada hubiera pasado.
Pura simbología.

martes, 20 de mayo de 2014

El martirio de usar paraguas

Charlábamos una tarde con Astor, espresso con grappa de por medio, sobre las diferentes dificultades que acarrea un paraguas, sobre las características de los portadores y las diferentes alternativas que pueden evitar su uso, entre otras cosas.
Primero señalar que uparaguas es un objeto para protegerse de la lluvia. Está formado por una superficie cóncava desplegable, normalmente de tela impermeable o plástico, sujeta a una estructura de varillas dispuestas alrededor de un eje central rematado en uno de sus extremos por una contera que le sirve de apoyo, y por el otro lado terminado en un mango o puño, adecuado para llevarlo con una mano. El ingenio compuesto por rayos y varillas permite cerrarlo cuando no llueve y/o guardarlo en un lugar protegido. Un paraguas clásico cerrado puede servir de bastón; no así, por su corto tamaño, la versión "de bolsillo", que tiene varillas que se pliegan por dos o más sitios, más cómodo para guardarlo cuando no llueve. No confundirlo con sombrillas ni parasoles que son otros inventos tan ingratos e innobles como éste.
Convenimos con Astor que los días de lluvia son hermosos. Nada mejor que dejarse atrapar por las gotas e internarse en la ciudad por caminos inconclusos y desconocidos.

Ahora bien; ir al trabajo (rasgo social casi ineludible) y llegar a la oficina con los pies mojados y la ropa empapada no es nada agradable para los androides que somos. 
Se podría bien tener ciertas precauciones como llevar un bolso con ropa de recambio, o llevar botas y pilotines. Salta el bando conservador con sus sones y corifeos: ''Pero qué ridiculez. Mejor a quejarse. '' Y peor aún, ''llevemos el paraguas.''
Bien, si. El paraguas para el agua (la deteiene), pero tampoco es un elemento eficazmente perfecto, hay que desmitificar al bobo y, ahí es donde entran en juego las contras; una lluvia lateral moja al usuario por mas que lleve el paraguas, y ésta es la menos rebuscada de las desventajas y, por ende, única apreciación que haremos.
Ahora una temática primordial; el usuario o portador de paraguas. 
Concluimos, sin ninguna fundamentación, que casi siempre son personas grises, temerosas, inseguras, estructuradas, conservadoras y todos los defectos que se nos dé la gana, porque sinceramente los odiamos.
El usuario suele ser torpe en los movimientos, y ayudado por el bobo, disminuye su visión, lo que lo hace aislarse más aún en su individualidad y proferir golpes, puntazos y otras agresiones a los amantes de la lluvia cruda.
Existe también el usuario no caritativo que reposa bajo un techo y no deja pasar al que viene desprotegido, o los que vienen caminando frente a uno y no salen debajo del refugio ni con el bobo puesto.
Los usuarios mojadores, que tambalean el bobo a los lados y desperdigan la reserva de agua que reposa en la superficie cóncava desplegable sobre los amantes de la lluvia y odiadores de paraguas.
Créannos que parecieran calcular la manera exacta de ejecutar su cometido y que tuvieran el olfato suficiente para rastrear a los que odiamos los paraguas.

Ciertos usuarios suben al transporte público con su bobo cerrado y colgando, chorreando agua muerta (la que toca el paraguas, porque el agua tampoco quiere caer sobre ellos) que salpica y humedece los pies, bolsos, y otros objetos que las personas comunes llevamos con total desinterés y sin ganas de que sean mojados.
Así la ciudad en los días de lluvia se llena de grandes hongos florecientes que tienen hombres por pedúnculos, y eso no es nada hermoso (esto va para el señor que observó eso desde el balcón de su casa en París y se dispuso a exponerlo como poético desde la comodidad del no ser parte).
Astor y yo pensamos seriamente en crear el club de los antiparaguas o alguna estupidez parecida que nunca llevaremos a cabo, y esperaremos que Dios se apiade de aquellos usuarios que nada saben de lluvia.

CAMINO A LA MUERTE SABIDA

El anuncio clasificado dejaba mucho lugar a dudas y especulaciones. El precio de alquiler del inmueble exorbitantemente bajo.
Sacamos conclusiones varias. De una posible trampa a ilusos lectores de avisos hasta una pesca de inocentes personas para un sacrificio de ritual.
Pero era tan necesario unlugardondecaermuerto, y justamente eso pensaba Astor al bajar en la estación Carranza. Ahí empezaba el camino consciente a su indefectible muerte.
La lluvia caía copiosamente por Ravignani y sacó su posible último cigarro. Buen cuerpo, robusto, amable al paladar y textura vigorosa y algodonada, con notas húmedas cedidas por las gotas que incrementaban su caída descendente.
 Elaboró varias hipótesis sobre su muerte; dio por posible la teoría del balazo infame, en la que promulgaba morir por tal causa. Pero también barajó las novedosas posibilidades de ser molido a palos mortalmente por una banda mafiosa del Paraguay o provincias aledañas (la persona con la q se había contactado por teléfono para confirmar la cita tenía acento litoraleño). Otra forma podría ser de un certero cuchillazo en el vientre, mucha sangre, espasmo, muerte. Y la tercera versaba de un rapto en el que ya tenía pensado de antemano decir que no tenía familia viva, y que cobraba unos sueldos de hambre.
A esa altura de su mecanismo cerebral, y de Ravignani, la lluvia se había vuelto una capa uniforme de masa grisácea que bailoteaba zigzagueante por el viento y sonaba constante en una fritura fría sobre los adoquines de la calle y el pavimento.
La calle El Salvador no llegaba; ya había pasado medio Centroamérica porteña y algunas que se metían de prepo, como Soler y un hermoso pasaje Voltaire que le recordó a ese París que nunca recorrió.
La zona hermosa, lo que daba a pensar que algo raro le esperaba en destino. Un sucucho quizás, o un depósito reciclado, o tal vez algo peor.
La suma de dinero que pedían era irrisoria; con lo que alcanza hoy para comprar dos pares de zapatillas Adidas y algunos Guaymallén en Plaza Once de Setiembre (¡¡¡p!!!).
El Salvador brillaba en el gris nebuloso del fondo, y dejaba ver una numeración borrosa pero exacta. Sacó el papelito celeste algo húmedo de su bolsillo mojado y jugó a abrirlo sin romperlo. El número escrito con un asqueroso grafito HB decía ‘5824’.
 Dos para la izquierda, y ya. La calle se decoraba de restoranes caros y caserones hermosos; pleno Palermo Hollywood, qué lujo, qué nivel. Ya desde la esquina vislumbró en la vereda contraria, la de los números pares, unos galpones algo turbios, como decían en la jerga diaria sus amigos del querido Oeste.
La numeración no coincidía; cruzó a la acera correcta y advirtió una casona antigua pero fea, blanca pero no inmaculada y mucho menos cenicienta, rotosa, y una puertita ratona de madera dañada; '5836'. No era ahí. A su lado una puerta de chapa mantenida abierta por un adoquín y un pasillo de conventillo sin el encanto que eso acarrea. Una madriguera de baldosones flojos y luces diurnas y maltrechas como las paredes. Era ahí.
El número marcado como con un fibrón en un trozo de material indescifrable. Tocó el timbre del departamento ‘6’, el que le habían dicho que estaba en alquiler. No se puede pasar por alto el portero automático. La marca ''porterito'', lo que le daba algo de aniñado y algo de berreta a la vez, y los botones, si así se les puede llamar, desordenadamente desperdigados por todo el metal barato q lo conformaba, escrito en tinta roja y pegados con papelitos blancos de letras azules. El orden, de derecha a izquierda, y de arriba hacia abajo; 1-2- 3-5 4-8 7-6. Eso por supuesto le agradó; tan fuera de orden...Tan Astor.
El timbre sonó en el mismo portero y en todo el recinto, y del departamento que debería ser el 3 por orden lógico, o el 6 por orden inverso, o el 5, o el 4, salió una mujer con tres críos colgando. Uno mascándole una teta y los otros dos pidiéndole pan, uno de cada pierna. Pateó una palangana rosa y se metió fastidiosa a su departamento.
Astor espero casi diez minutos hasta que llegó otro citado a ver el departamento. Tendría compañero de rapto, pensó Astor al ver al joven lungo. ¿Estás para el departamento?/si/¿El 6?/si. Y se quedaron esperando en la puerta abierta sostenida por el adoquín.
A eso de unos diez minutos más, salió del departamento de al lado del de la mujer zarigüeya, un viejo redondo y blanco, de camisa leñadora y un morral negro donde seguramente llevaba un peine negro con el que acomodaba tan prolijamente las lanas canosas que remendaban su calvicie brillante. Los hizo pasar al departamento; un tragaluz tapado con plástico dejaba caer unas gotas en el pasillo. El Don ya se iba y apuraba el trámite. Ya la sensación de peligro cesaba y lo risueño afloraba por todo el entorno, lo lúdico de la figura que tranquilamente podría esconder un peligro atroz, pero que en el fondo Astor sabía que era imposible que esa atmósfera acarreara su muerte, que no era el día.
Era un cuartucho hecho a ojo borracho, ideal guarida de matarife de cuarta o rufián de época dorada. Una mesada de madera aglomerada, cables pelados y manchas de humedad. Miró al otro visitante que se perdió en un placard que abría irregular y ruidosamente. Le dio la mano al señor redondo y saludó al muchacho; demasiado chico para mi/si demasiado. Encendió otro cigarrillo y con una sonrisa cómplice con la estupidez, se dirigió con los pies empapados saltando conejamente los charcos de un Palermo gris y blando.

viernes, 16 de mayo de 2014

adeus

Despues de escupir tanto era imposible de que saliera seco. En esos días venía trabajando un insomnio algebraico que lo tenía a mal traer. La simbología es imposible transgredirla; un tenedor de plástico roto y los únicos dos dientes que quedan, separarlos y tirarlos uno para cada lado, bien lejos. Si tuviera que escribir un telegrama se haría imposible. Sería una represión de letras increíble. Era tan justo y necesario, como en algún pasaje dirá la Biblia.
Era imperiosamente necesario mirarnos a los ojos y decirnos lo que sentimos, aunque sean cosas tan distintas, casi opuestas. Enfrentar los miedos, evadir las culpas estúpidas que nada tenían que hacer ahí. Porque todo estaba bien asi; sólo faltaba el broche.
Esa impronta de hoja húmeda marcada en el pavimento de Rivera, esas marcas asquerosas de sangre en mis ingles, por tanto rascarme.
Fue tan liberador encontrar esa locura, esa incomunicación traducida en palabras tan claras y tranquilizadoras. Quizás no haya dado todo de mi, lo acepto. Fue una balanza desequilibrada. A veces un libriano necesita de ese libriano para salir del abismo. Y mucha agua. Y quizás unos fueguitos.

martes, 13 de mayo de 2014

Gemelos

Era una sensación de frío y amarillo lo que persistía constante en el ambiente. Algún pespunte de cobre y fondo de alambrados de algún sueño anterior.
Llegaba convencidamente descalzo al foro, donde la luna parecía esconderse entre el volcán y una nube púrpura. Prácticamente era obvio que tenía que entrar en la catacumba; cuestión de sentido común y minutos apurados.
Un poco agachado y con la luz ambar que achinaba sus ojos, cambió la mano con la que palpaba la semioscuridad inmediata de los metros de adelante. El olor a tierra persistía junto a la humedad y unos goteos...plic-plic-plic, etc.
En un momento de trayecto donde aquejó la  penumbra, le pareció luchar con unas malezas un poco cortantes, pero, imposible, si estabaenlacatacumba, y unamaleza, quélocurapensareso.
Minutos después sentía que estaba llegando al lugar al que tenía que llegar, pero que desconocía rotundamente. Esas cosas de los sueños y la vida; uno nunca sabe, pero tiene ciertas certezas de cajón, o corazonadas dulces como la florcita de azúcar que robás de la torta de comunión de tu prima.
Lo que más le molestaba de la oscuridad era la desaparición inminente de su sombra, cosa que lo hacía sentirse solo, y un poco vacío. Y mirá que la soledad era lo que pensaba que buscaba, pero bueno, no era el momento del análisis psicológico del tipo.
En los momentos que la luz ambar volvía, él sonreía. Y le parecía tan ridículo sonreír a la nada.
Pero la sombra lo acompañaba y entonces se creía completo, o un cuarto completo, o alguna fracción compleja que lo hacía creerse menos vacío. Pero no era el momento del análisis matemático del alma del tipo, y juro que dejaré de usar el recurso de la repetición, que ya me tiene hasta acá.
Recuerdo aquel profesor de gramática que nos enseñó el recurso de la repetición en la métrica poética, y la fascinación que se engendraba en mi por el recurso de la repetición. Gran recurso el recurso de la repetición. Insisto que me fascinaba, no se por qué.
Era una sensación de frío y amarillo lo que persistía constante en el ambiente, y por fin, después de un serpenteante sendero a hurtadillas y cuclillas, todo se volvía nítido al sentido visual.
El templo era imponente; seguramente se harían ritos espiritistas bastante sangrientos, por las manchas en las paredes que estimo que eran blancas, pero que estaban empapadas de la luz ambar ya mencionada, y salpicada de manchas ocre rojizas, que por deducción experimental eran sangre.
Sintió una cosquilla extraña en el vientre, o quizás una electricidad.
El altar era imponentemente luminoso, y ella estaba tan quieta como una estatua de Pompei, petrificada ante la llegada del extraño.
No se cuán extraños eran, ellos tampoco lo sabían. Sabían que se conocían, y lo sentían por una incómoda caricia en el pecho que los tentaba a acercarse y explotar en una fusión de pesos y otros condimentos metafísicos.
Quizás eran parte de lo mismo; una esencia que. El ying y el yang. Serbia y Montenegro. Mitades del mismo fruto. Mitosis.
Él caminó con frío por el sendero que se proyectaba como una extensión de la catacumba hasta el altar. Se acomodaba la túnica que se le metía entre las piernas como la cola de un perro asustado.  La miraba fijo a unos ojos inexistentes de un cuerpo inerte que parecía vivo y muerto a la vez.
Ella estaba con su cuerpo rígido y pacífico, con su cabello rubio que le tapaba las orejas, y un vestido blanco (blanco amarillento, por supuesto) que le dejaba ver los hombros que ella tanto quería.
Ella estaba viva; en paz pero no sedentaria. Con una desambiguación sideral, temas de viajar a otras galaxias y sumergirse en nebulosas negras y oscuras; vencer los miedos y cortarse los dedos con algún alambrado del sueño de él, o de la realidad de alguien mas. Encontrar besos extraños en bocas sanadoras y sangre infectada que desaparece con el agua que deja fluir, que limpia, que hace flotar. Que hace flotar.
Cuando él llega frente a ella, pueden mirarse, encontrarse como quien encuentra su cuerpo en un espejo clarividente, una proyección exhausta de nimidades, de características compartidas y de las hermosas casualidades. Se ataron los ojos bajo un velo de piedad mutua, de perdón con llantos internos.
Se miraron y se entendieron perfectamente.
Ella le dió el papiro. Él la miró. Ella lo miró. Nunca hablaron. Siempre supieron lo que se decían.
Con un miedo aún mas grande que antes, y con el papiro en sus manos, él salió del templo con la consigna segura y el dato que necesitaba. La catacumba estaba tétrica. Era una sensación de frío y amarillo lo que persistía constante en el ambiente.

miércoles, 7 de mayo de 2014

TRES CRÍTICAS

CRÍTICA DE ASTOR
OBRA: PARA LLEGAR (VERA SCHMIT)

Un recorrido fluído y poderoso a través de pasajes viscosos, de una ternura etérea, ambivalente, cambiante desde el amor fresco al odio tembloroso.
Escenas de rechazos, de negaciones, de miedos tartamudos, de dudas algodonadas y prestas a estallar en un alarido que nunca se da hasta el momento que.
Letras de una alta moral fantástica que no deja de sobrevolar lo cotidiano y terrenal salvo momentos hermosos donde todo se construye desde la poética inventiva e imaginación de la autora.
Un pequeño libro merecedor de minutos dedicados, de atención, de dejarse atrapar, de tomarle la mano a Vera y que nos lleve a sus sentimientos, a sus sábanas, a sus asfixias, sus sonrisas burbujeantes y las ganas de crecer.
Recomiendo quedarse entre alguna erre y la pancita de alguna e, divisar, explorar esos guiños, esos juegos de palabras que nos sonríe la autora, exponernos a su juego; analizar y dejarse analizar por las palabras.
Un libro sensorial y esbozado desde un esfuerzo de querer ser y mostrarse, con algo de resquemor, se nota, pero con una fuerza magnífica. Una conciliación.
Para llegar a ser. Para llegar a eso. Para llegar.

CRÍTICA DE KLAUS
OBRA: PARA LLEGAR (VERA SCHMIT)

Para ser precisos con el órden, empezaré por la primera impresión; una falta de respeto al lector.
El tamaño del libro es totalmente absurdo y denota ya un desinterés total del autor de hacer amena la lectura, coincidiendo esta falencia también, con la tipografía elegida, totalmente inadecuada.
La tirada es otro punto que no debe dejarse de advertir; menos de cien ejemplares, lo que en el mundo de la escritura eso no lleva mas que al anonimato, a ese proyecto de desconocimiento, de escritor tácito, de pensamiento under, de figuración extrínseca.
En cuanto al contenido puedo decir que el autor intenta delinear una recta netamente sentimentalista, oscilando momentos buenos a mediocres, jugando con nombres de doble sentido (recurso totalmente trillado) y otros recursos menores.
Un libro simpático pero predecible; una persona sensible mas, un alma en pena que a las personas como yo, no nos interesa leer.

CRÍTICA DE VICTOR
OBRA: PARA LLEGAR (VERA SCHMIT)

Todo libro empieza con un gesto, a diferencia de lo que estamos acostumbrados; no empieza por una tapa, un envoltorio o un trueque de billetes.
El libro llegó a mis manos desde unas manos blancas y tímidas sostenidas por dos tubos de piel finitos que temblequaban un poco por la vergúenza, y otro poco por la determinación de querer ser leído.
Una encuadernación deliciosamente artesanal, lo que le quita eso de 'serie' y de 'seria' a la publicación; dos puntos inmejorables en este sentido.
La tapa es tan blanda como las hojas, lo que nos demuestra desde el principio la apertura de Vera, su trasparencia y el sentido de lo que vamos a empezar a disfrutar.
La primer palabra es 'llorar'. Mucho más no queda para decir. Qué sentimiento más noble como el de llorar o sonreír. Nos sumergiremos en el alma plena de la autora. Sus verdades, sus sentimientos mas filosos y afelpados a la vez.
A lo largo de las suaves páginas se caricaturizan situaciones de un peso denso, comprometidas al sentimiento puro, al replanteo de la sociedad, a las múltiples lecturas de esas cosas que nos pasan por la ventanilla del colectivo y que dejamos olvidadas como parte del paisaje sin darnos cuenta que la vida y el universo están ahí.
Vera nos somete a una identificación primitiva y totalmente confortable. Nos pasea por la cotidaneidad de los espacios mentales, la evocación al arte desde el arte y una caricia despues de cada golpe bajo.
La última palabra del libro es 'escritura'. Mucho más no queda para decir. 'Para llegar' es una síntesis, en todo lo bueno que la palabra encierra, de las facetas, de las delgadísimas líneas curvas de creatividad que bailan dentro de Vera. Es un ojo al interior. Un pequeño interior muchísimo mas grande que lo de afuera.

miércoles, 16 de abril de 2014

Estadío de desapego (construcción desde el disparador ''amor'')

''El amor va en esa chica de capucha azul, en bicicleta. Hermosa por cierto (¿la bicicleta o la chica?). O en esta señora de perrito atado, o en un adoquín, o en camino de algún recuerdo. 
Todo trasfondo de eso que nos hace eternamente humanos. El camino de las reglas ineludibles, inalterables. Recondos abstractamente enfermizos y a veces necesarios. Esas dudas capitales, confusiones etéreas. 
Lo hermoso del amor; borbotones fragantes de esperanza, como para usar palabras poco habituales.
Y el amor a los Cortázar, a los Verne, los Ossip, los Morelli, los Kiedis. Amores de galaxias paralelas, aceptado. Pero otra vez las reglas irremplazables, clasificaciones sepulcrales, mitología, símbolos. 
Qué tanto pedir perdón, si de eso se trata compañeros. Amar, perfecto componente de los seres sensibles y no tanto. Perfecto en la imperfección necesaria de ser.''
Etapa donde el individuo intenta desapegarse, justificando sus acciones en sentimientos tales como el amor, el cual desarrollaremos en este texto en las siguientes 13.246 páginas:

''El amor(...)'' , etc.

***inFINito***

Estadío de quiebre o ''crack-o-matic''

''Un vidrio delgado de una ventana se rompe a las nueve cincuenta y cuatro en una casona hippie del Oeste de Argentina./// Un soldado nigeriano nacionalizado estadounidense se fractura la tibia después de dar un salto desde una roca putamente alta, hacia el piso, en Gaza./// Una traductora francesa se engancha un aro en el pulóver fucsia que se ponía antes de salir a pasear a Fidèlle; lóbulo de la oreja dividido en dos, y mucha sangre./// Un mono rompe su uña mientras decodifica un lúdico instrumento de ''ingenio'' que un profesor de genética le había entregado en la cámara Gesell.''

Puede existir (necesariamente existirá siempre y cuando se hayan dado los estadíos o procesos antes citados) un quiebre o ''crack-o-matic'' íntimamente visceral, tanto en un mismo individuo como en interacciones de dos o más individuos.*
Fundamentalmente trataremos el plano individual donde el quiebre es preciso y sin vuelta atrás.
Netamente simbólico pero también histológico y sensorial, el quiebre se determina en un momento exacto, corto, rotundo, en forma de estruendo de pocos decibelios y con una fuerza imperiosamente sentimental.
Al igual que en los otros casos, puede darse en diferentes ambientes y medios, teniendo mas resonancia en este caso todo lo relacionado a lo terrenal, en el sentido de la tierra como elemento.
E. Sagress dictamina en su ''epologiska Fundamentel'' que 'el tener los pies en la tierra es fundamental para caer en un cissco (quiebre) necesario y disparador de un proceso de liberación de tipo 6'.
Para continuar dicho proceso hacia el fin deseado (inconscientemente y casi de carácter natural) del hombre en esa circunstancia vital.
El quiebre se asocia a un vislumbramiento, a 'un halo de luz' (P. Matienzo, ''Crack'', 1976) cognoscitivo que sirve de sostén y 'ayuda guía' (T. Valinor, ''Crack-Morinda'', 1985) para que el individuo siga el recorrido correcto hacia el siguiente estadío, en el cual, en teoría se establecería un equilibrio emocional adecuado y un fuerte sentimiento de armonía y seguridad del Yo, como viga o soporte.

*el autor prefiere el término interacción sobre relación por razones que no se explican en estos capítulos.

Técnica de desintegración

Luego de la experiencia de desdoblamiento se produce casi inevitablemente e involuntariamente el fenómeno de desintegración mal llamado 'Técnica de desintegración o desfragmentación'; porque no es una técnica sino un suceso, un acto desencadenado de otro, una consecuencia.
Esta experiencia se magnifica en el medio acuático (lluvias, duchas, cascadas) a través de las despigmentaciones corpóreas, al principio, y luego con los desgarramientos y caída de porciones palpables como tejidos cutáneos, etc.
Sobre lo dicho, amplía S. Bertrand en ''to the higher state'': 'así, con respecto a la desfragmentación corpórea, el individuo estudiado sufre una decoloración considerable del éter y, al observarse piuritos de un color bordeaux  de no más de 30 hectolitros en la olla de experimentación, el resquebrajamiento es inminente y en dos o tres repeticiones de las convulsiones hectoplasmáticas, la desintegración se completa.''
Así, vinculado a un terreno de parénquima sentimental, lo corpóreo, lo áurico y lo afectivo (bien diferenciado por la mayoría de los autores) se endosan en un proceso que lleva al individuo a un (llevado al plano afectivo)  resquemor y una incomodidad constante que sólo se podrá sobrellevar ahondando en la próxima e ineludible etapa.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Técnica de desdoblamiento

La ubicuidad fundamental que vive en cada persona, entendiendo a una persona como conjunto de alma, cuerpo, sentimientos, cone....., etc. Retomo; la ubicuidad fundamental que vive en cada persona, la omnipresencia que hace la unidad corpórea (tachón y vuelve a escribir lo mismo el bolígrafo) se puede desglosar en hasta dos partes, nunca más de dos (firmemente necio, un poste clavado).
El desdoblamiento es una técnica (puede ser deliberada pero casi siempre se da por capricho divino, involuntariamente) de separación donde no necesariamente el alma se divide del cuerpo, (¿por qué pensar eso?) sino que un individuo puede separarse en dos almas y dos cuerpos diferentes por medio de reacciones metafísicas elevadas que casi siempre corresponden a un estado emocional estimuladamente elevado, y, putamente planeado por el destino en afán de disponerse a sabotear una apacible sensasción de calma. O quizás es un autoboicot (suele suceder en ciertos casos) que se plantea el (tacha hombre, tacha individuo, piensa y finalmente pone...) individuo.
No tratar de ubicar las sensaciones en diferentes partes del cuerpo, no sólo es de mal gusto sino en vano. (Lo que si es bueno ubicar son los hilos; ver ''Hilos Decarvianos'') Las sensaciones que se encuentran cromáticamente determinadas, pueden encontrarse en cualquier parte del cuerpo en diferentes formas; áureas, corpóreas, lascivas, lumínicas, y tantas otras. No dejarse llevar por ninguna, es necesaria una neutralidad sensitiva, un equilibrio maratónico.
Algunas sesiones de desdoblamiento han terminado en llantos agónicamente salados y amarillos, repudiables llantos, lastimosos, vergüenza ajena, asco.
Otras resultaron en tremendas iras, revuelos de objetos escenográficos, mares de patadas e improperios, autogolpes, lo que refleja desequilibrios racionales y fuertes improntas del pasado por experiencias shockeantes.
Sin fin de variables (escribía el bolígrafo escupiendo algunas gotas en la efe).
El agua, elemento primordial; una buena tina llena de agua puede cumplir la función de purificador energético, gema fundamental, milikashes, burmas galeicos, etcétera. Una especie de ambientación, de...
Muchas sesiones de desdoblamiento terminaron en suicidios de todo tipo, desde sublimes a atroces y perfectamente conectados al trance, que dejaban evidencias en las marcas en los cuerpos muertos, vacíos, incompletos y ciertas veces desdoblados (ver ''autopsia de desdoblamiento, los cuerpos Miliseos'').
Importantísimo, para poder desarrollar la técnica debidamente, que el entorno climático (meteorológico) sea tenido en cuenta y usarlo no a tientas, sino deliberadamente minucios_ _ .
Una tina llena y tiesa, una ducha libelular, lluvia más libelular afuera, son combinaciones totalmente encastrables para desmagnetizar los entes en cuestión.
Las gotas suelen tener un peso energético magnífico, (se sugiere) aprovecharlas. Mirarlas, definirlas, discriminarlas, nombrarlas (why-not?), desenfocarlas, etc., etcétera, ecétera! Favor de atenderlas! Favor, favor favor favorfavor. (Toman las manos la cabeza, masajean los dedos las sienes, inhala, exhala, corazóngarganta, pierna tambor, náusea, aguanta el vómito)
Hilar conexiones corporales, mentales, bueno, lo de siempre, la eterna denominación de la persona, las revelaciones arcaicas, la limpieza de culpabilidad, libertad al extremo.
Procurar extremo cuidado en la técnica de desdoblamiento, no abusar de la confianza ni del miedo, librianismo total (ríe de la palabra librianismo) del alma.
Actuar anárquicamente, no temer a colapsos orgánicos y precipitarse a la expresión pura del impulso en caso de encontrar demasiada levedad o raciocinio o calma.
El proceso no debe llevar más de tres horas y se recomienda realizarlo en ayunas.






miércoles, 5 de marzo de 2014

Mis ganas

Mirá, se trata de ser, y convivir con eso. Y compartir eso. Básicamente es lo que piden en el puesto...
Ahora si, tiene algunas contras el labor, pero creería que son llevaderas.
Estan son las llaves; con la chiquita abrís allá, y con la que tiene la marquita con esmalte abrís el fondo, así ¿ves?, con la marquita para arriba.
Lo demás se puede decir que ya lo conocés. Si bien tu experiencia no es en el mismo puesto que piden, es adaptable, maleable a lo requerido.
La decisión comentámela cuando quieras. Pero tené en cuenta los puntos que a continuación no te voy a decir.

martes, 25 de febrero de 2014

La cena


Mariano Troglio llegó tarde, más de noche que de costumbre. No acostumbraba a llegar tan de noche a ningún lado, mucho menos a lo de Victoria.
Un colectivo luciérnaga, mucho mareo, una fuerza tremenda y papeles levitando entre la exterioridad del ojo y la interioridad del cerebro; imperceptible saber el dónde.
El tren, otro apretujado correr. Oscuridad anaranjada y olor a reo, a espanto y un ir y venir de manijas de manilla circular, marfil tambaleante, piso enrrejillado negro y un encierro de goma quemada y cablerío.
Mariano prefería viajar a caminar de más. No le gustaba la comida picante y tenía algunos tics nerviosos.  De noche dormía poco, entrecortado y se despertaba por lo menos una vez por semana empapado en sudor frío a causa de unas pesadillas sobre recitales de rock donde desde el escenario una vía se abría paso hacia el público y llegaba hasta fuera del estadio. En un momento un gran vagón con la cara de un perro negro en la punta atravesaba la vía sobre la que se encontraba una multitud, y atropellaba con sedientas ganas de muerte a gran parte del público. El siempre estaba entre las víctimas.
Mariano visitaba por lo menos una vez por semana a Victoria en el Conventillo de Esmeralda y Garú Ferreira, en el Distrito Oeste. Compartían el amor tanto como el arte y las supersticiones. Decían vivir una corriente de sincronía, un conducto energético ourtageouso, una locura compartida. Les gustaba cenar juntos; ‘’ Cenar (Del lat. cenāre): Comer Amor’’.
Victoria pintaba cuadros en el Conventillo de Esmeralda y alquilaba la habitación que menos se llovía los días de tormenta. Victoria se endulzaba escuchando el piano de Don Juan o hablando con las oropéndulas del fondo y las plantas; cactus, aljavas, agotas, jejenas, pilianas.
Victoria visitaba por lo menos una vez por semana a sus hermanitas gemelas que vivían en Conde y Pórtico. Amaba cocinar y solía quemarse a menudo. Fumaba, en especial cuando estaba con Mariano.
Cuando Mariano llegó esa noche tarde la otra pareja ya estaba en la Cocina Común del Conventillo. Victoria no estaba enojada por la tardanza pero sí preocupada.
Julián Marrale, compañero de vida de Sandra Wallet, la quejumbrosa modista del departamento 4, el que más se llovía. Ella, una voz chillona y pestilente por el aliento cárnico-acetoso que la acompañaba. Él,  grandote por exceso y placer, jugador de Rugby en el Moschflitte de Pergamino, y con mucha lectura de Piaget, Maclé, Freud, Marahuasta y Schubemberg encima.
Mariano odiaba las salidas de a cuatro; sacan lo peor de uno por ver lo peor de otros. La gran maraña peligrosa.
Victoria también detestaba las salidas de a cuatro, pero necesitaba tanto el trabajo, era sólo una pantalla de papel para sembrar la simpatía en la famosa modista que buscaba jóvenes diseñadoras para su staff.
[[Cenar-cenaron-cocinaron las dos mujeres-claro-en qué cabeza cabe, sino-los hombres charlan-esperan-comen-eructan-sobremesa-ellas lavan-siempre así.]]
Victoria preparó unos pansotti a la crema con perretini di Bari. Una pasta deliciosa y amorosa. Ella cocinaba con amor, comía con amor.
La otra cocinó un pan de carne con orégano, seco, plantilloso. Ella cocinaba por obligación, por estatuto, por protocolo.
Victoria y Mariano no solían hablar sobre ellos, sobre cada uno, sobre lo que eran, sobre lo que los demás decían que eran, sobre amor (¿amor? Estamos hablando de cosas diferentes).
La situación empujó a ser amables a Victoria y Mariano; accedieron a contar sobre sus sensaciones de mar en pavimento, su compartir de sombras en la terraza, su conexión de espíritus bondadosos, de humo de boca en boca, deslizándose entre sonrisas.
Cuando empezaron a hablar de la sincronía y los capítulos de libros de la Biblioteca de Coghlan, el bruto instruído de Marrale tosió enérgicamente para interrumpir y escupir un discurso tan elaborado, tan estructurado, tan víbora de valle, inocua y traicionera. Mariano, contenido.
El grandote se encargó de tirar todas las estanterías del amor de Mariano y Victoria, de enterrar toda la magia que destilaban, amarrándose de las  teorías más rebuscadas y no tanto. La otra se reía, el grandote indagaba, tragaba saliva aspaventosamente, se peinaba el fleco;
[[eso no es amor-es impulso adolescente-es engaño de fantasía-es enamoramiento-es un sueño de colores-es poca maduración-inseguridad pura-bestialidad-fracaso]]
El alma de Victoria se levantó furiosa irguiendo también al cuerpo, Mariano iracundo por dentro, trató de calmar los ánimos.
Victoria nunca había pegado una patada en la boca a alguien. Nunca hasta ese día.
Mariano una vez por semana riega las plantas de su balcón.
Victoria trabaja desde el conventillo con una de esas computadoras portables; busca recetas, contacta clientes y proveedores, y por supuesto, la magia está en la cocina, en su pasión. Como la que tiene por Mariano;  como la que tiene Mariano por Victoria.