martes, 25 de febrero de 2014

La cena


Mariano Troglio llegó tarde, más de noche que de costumbre. No acostumbraba a llegar tan de noche a ningún lado, mucho menos a lo de Victoria.
Un colectivo luciérnaga, mucho mareo, una fuerza tremenda y papeles levitando entre la exterioridad del ojo y la interioridad del cerebro; imperceptible saber el dónde.
El tren, otro apretujado correr. Oscuridad anaranjada y olor a reo, a espanto y un ir y venir de manijas de manilla circular, marfil tambaleante, piso enrrejillado negro y un encierro de goma quemada y cablerío.
Mariano prefería viajar a caminar de más. No le gustaba la comida picante y tenía algunos tics nerviosos.  De noche dormía poco, entrecortado y se despertaba por lo menos una vez por semana empapado en sudor frío a causa de unas pesadillas sobre recitales de rock donde desde el escenario una vía se abría paso hacia el público y llegaba hasta fuera del estadio. En un momento un gran vagón con la cara de un perro negro en la punta atravesaba la vía sobre la que se encontraba una multitud, y atropellaba con sedientas ganas de muerte a gran parte del público. El siempre estaba entre las víctimas.
Mariano visitaba por lo menos una vez por semana a Victoria en el Conventillo de Esmeralda y Garú Ferreira, en el Distrito Oeste. Compartían el amor tanto como el arte y las supersticiones. Decían vivir una corriente de sincronía, un conducto energético ourtageouso, una locura compartida. Les gustaba cenar juntos; ‘’ Cenar (Del lat. cenāre): Comer Amor’’.
Victoria pintaba cuadros en el Conventillo de Esmeralda y alquilaba la habitación que menos se llovía los días de tormenta. Victoria se endulzaba escuchando el piano de Don Juan o hablando con las oropéndulas del fondo y las plantas; cactus, aljavas, agotas, jejenas, pilianas.
Victoria visitaba por lo menos una vez por semana a sus hermanitas gemelas que vivían en Conde y Pórtico. Amaba cocinar y solía quemarse a menudo. Fumaba, en especial cuando estaba con Mariano.
Cuando Mariano llegó esa noche tarde la otra pareja ya estaba en la Cocina Común del Conventillo. Victoria no estaba enojada por la tardanza pero sí preocupada.
Julián Marrale, compañero de vida de Sandra Wallet, la quejumbrosa modista del departamento 4, el que más se llovía. Ella, una voz chillona y pestilente por el aliento cárnico-acetoso que la acompañaba. Él,  grandote por exceso y placer, jugador de Rugby en el Moschflitte de Pergamino, y con mucha lectura de Piaget, Maclé, Freud, Marahuasta y Schubemberg encima.
Mariano odiaba las salidas de a cuatro; sacan lo peor de uno por ver lo peor de otros. La gran maraña peligrosa.
Victoria también detestaba las salidas de a cuatro, pero necesitaba tanto el trabajo, era sólo una pantalla de papel para sembrar la simpatía en la famosa modista que buscaba jóvenes diseñadoras para su staff.
[[Cenar-cenaron-cocinaron las dos mujeres-claro-en qué cabeza cabe, sino-los hombres charlan-esperan-comen-eructan-sobremesa-ellas lavan-siempre así.]]
Victoria preparó unos pansotti a la crema con perretini di Bari. Una pasta deliciosa y amorosa. Ella cocinaba con amor, comía con amor.
La otra cocinó un pan de carne con orégano, seco, plantilloso. Ella cocinaba por obligación, por estatuto, por protocolo.
Victoria y Mariano no solían hablar sobre ellos, sobre cada uno, sobre lo que eran, sobre lo que los demás decían que eran, sobre amor (¿amor? Estamos hablando de cosas diferentes).
La situación empujó a ser amables a Victoria y Mariano; accedieron a contar sobre sus sensaciones de mar en pavimento, su compartir de sombras en la terraza, su conexión de espíritus bondadosos, de humo de boca en boca, deslizándose entre sonrisas.
Cuando empezaron a hablar de la sincronía y los capítulos de libros de la Biblioteca de Coghlan, el bruto instruído de Marrale tosió enérgicamente para interrumpir y escupir un discurso tan elaborado, tan estructurado, tan víbora de valle, inocua y traicionera. Mariano, contenido.
El grandote se encargó de tirar todas las estanterías del amor de Mariano y Victoria, de enterrar toda la magia que destilaban, amarrándose de las  teorías más rebuscadas y no tanto. La otra se reía, el grandote indagaba, tragaba saliva aspaventosamente, se peinaba el fleco;
[[eso no es amor-es impulso adolescente-es engaño de fantasía-es enamoramiento-es un sueño de colores-es poca maduración-inseguridad pura-bestialidad-fracaso]]
El alma de Victoria se levantó furiosa irguiendo también al cuerpo, Mariano iracundo por dentro, trató de calmar los ánimos.
Victoria nunca había pegado una patada en la boca a alguien. Nunca hasta ese día.
Mariano una vez por semana riega las plantas de su balcón.
Victoria trabaja desde el conventillo con una de esas computadoras portables; busca recetas, contacta clientes y proveedores, y por supuesto, la magia está en la cocina, en su pasión. Como la que tiene por Mariano;  como la que tiene Mariano por Victoria.

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