sábado, 31 de agosto de 2013

Marinna

Cuando Astor conoció a Marinna ella todavía limpiaba su mierda por debajo de su nariz. Se cruzaron casi en la amada esquina de St James y Lovdanha. Intercambiaron miradas perdidas que transpasaron unidas a sus andares, y unos pasos después voltearon en un unísono tambaleante que terminó en una inercia de colchones en el piso y ron. Marinna flotaba en las sábanas sucias de Astor que cambiaba el disco a uno de Kusturica y luego a Gogol Bordhelo, y después a la radio. Hicieron el amor incansablemente entre arena de la ventana del balcón y los cristales dulces de Marinna que proporcionaban un pintoresco temblequeo al acto. Fueron cinco noches seguidas y muy parecidas. Marinna aparecía de negro en el departamento de Astor, con la mirada cada vez más blanca y eufórica. Miraron viejas peleas de boxeo y fumaron unos negros del Mercadito Bouvelier. Las pocas veces que cruzaban palabras era para relajar las lenguas y para calentar un poco los sesos. El sexo era una picazón insesante y desesperada y cada vez terminaban más agitados y muertos. Cada vez más muertos. Era violento. A la sexta noche Marinna no apareció nunca más. De ninguna manera.

viernes, 30 de agosto de 2013

el episodio de Juan Seldon

Juan Seldon salió del baño de la oficina con la cara mojada y chorreando de una de las mangas de su camisa algunas gotas de agua. Todos lo miraron atónitos, asustados. Tenía algo en la espalda. Trató de sacárselo de  encima pero no sabía cómo, porque tampoco sabía que era.
Algunas compañeras chillaron asustadas, inmóviles en sus lugares. Otros se levantaron de sus asientos y hasta salieron de la oficina huyendo o quizás pidiendo ayuda.
Los más cercanos le sugirieron a Juan que se quedara quieto. Una valiente se quiso acercar pero declinó en el intento por la impresión.
La seguridad del edificio no tardó en llegar. Juan sólo estaba parado; no tenía miedo, no decía palabra alguna, no preguntaba nada. Sólo se dedicaba a quedarse estático sobre sus pies.
Uno de los jefes sacaba conclusiones y decía que nunca había visto algo parecido en todos los años que trabajó allí.
Juan estaba de espaldas a la ventana, y la gente de mantenimiento ayudaba a los de seguridad a cercar el perímetro donde se hallaba Juan, con considerable distancia para estar fuera de peligro.
Ya no era propicio preocuparse por Juan y su humanidad, sino por procurar que lo que llevaba en su espalda no se expanda ni se movilice a otro lugar del cuarto, o peor aún, que se pose en otra persona.
Juan intentó un movimiento con una de sus manos para tocarse la espalda, pero fue advertido por el jefe de seguridad, y la mano de Juan volvió a colgar a un costado de su cuerpo.
Pasada la quinta hora del episodio dejaron a Juan sentarse. No sentía el peso de lo que llevaba sobre él, que tanto atormentaba al mundo. La oficina estaba casi vacía; eran Juan y tres expertos en este tipo de situaciones críticas; el Grupo Especial había llegado hace unos minutos.
Cuando la noche cayó le sugirieron a Juan no dormirse porque el mas mínimo descuido podía ser fatal.
Los demás se turnaban para descansar, y cuando el Jefe del operativo dormía sobre un escritorio, empezaron a notar cierto movimiento en la espalda de Juan.
Le dijeron a Juan que se parara lentamente y tratando de respirar lo menos posible, de modo que lo que tenía en la espalda quede de frente a los del Grupo Especial.
La reacción de los hombres fue un espanto. Uno no paraba de vomitar, asqueado, otros sentían un miedo profundo.
Juan estaba ahora de frente a la ventana que daba a la avenida. Pidió que le avisaran a su madre sobre la situación.
Al mediodía del siguiente día llegó la madre de Juan Seldon subiendo a los gritos por las escaleras, ya que por precaución habían deshabilitado los ascensores.
La mujer lloraba desconsolada y decía que amaba a Juan. Y le imploró a los hombres del Grupo Especial que lo salvaran.
Cuando Juan le preguntó qué era lo que tenía en la espalda ella quebró en un llanto insostenible y desgarrador. Yació desmayada por los nervios y los paramédicos la llevaron a la sala de urgencias del edificio.
Juan respiro hondo y decidió dejar todo en manos de los que saben...
Sólo se limitó a seguir indicaciones.

sábado, 10 de agosto de 2013

dejá de fumar

Dejá de fumar! Claro para vos era muy fácil! Vos con tu señor marido y los pulmones limpios, y la cabeza en ese aspecto, por lo menos, más ordenada. Por qué fumás? A diferencia de esas personas que tienen la necesidad vital de estar aferrado a alguien, yo fumo. Si, es mi compañía. No creo que te haya pasado a vos de llegar a tu casa y escuchar el silencio tan ensordecedor que desesperás. Corrés al tocadiscos y ponés lo primero que encuentres. Yo sufro mucho esa soledad, no es fácil encontrarse sin nadie al lado, o sin alguien con quien contar, o compartir. Ese aislamiento que me planteo a veces, que vos tanto criticás. Estoy solo, más que nunca, y el cigarrillo me lo hace olvidar por esos minutos. Besándolo, consumiéndonos juntos, muriendo lentamente y esperando un próximo encuentro. Cada día, cada pitada.

viernes, 9 de agosto de 2013

La retirada de la Isla

Astor estaba cada vez mas acomodado. En el barrio sonreía a todo el mundo. Todo estaba mejor. Incluso viajaba los fines de semana a ver a los anteriores compañeros de trabajo y a su querida confidente, y a la Secretaria. Hasta tenía su esquina favorita en la Isla; St James y Lovdanha, incubadora de experiencias, anécdotas y grandes sensaciones (hasta una extraño encuentro con un ser fantasmagórico o de alguna otra dimensión, según el). Caminaba y caminaba, y viajaba, y se encontraba en un círculo, envuelto en una especie de torbellino rutinario del que parecía conformarse, del que quería ser parte, lamentablemente. Soñó con una muerte el día anterior. Decidió que era hora de volver a casa.

''te parece que el amor tiene esa forma?''

Una vez mas me encontraba parado en compañía de una noble soledad que me enseñaba a ser. Fumaba una pipa de madera (con un tabaco similar al Virginia pero más natural)sentado en la lomita, jugando los pies con los adoquines casi desprolijos. Esperaba que la respuesta pase por ahí sin mucha prisa y con ganas de charlar. Me troné los dedos del nerviosismo y me acomodé esa especie de sombrero que cubría mi cabeza. Pasó un gato negro por el frente del Neigwrish Forest (donde se encuentra hoy la Maison Guarderrer) y murmulló un búho erizando cada rama del arce donde se posaba. Escupí lejos y miré al horizonte mordiendo mis dientes con mis dientes, intentando pensar un chiste de consuelo, o llorar recordando la verdad. Me incorporé en mis dos pies con ciertas curvas achuecadas hacia dentro, seguidos de dos piernas circunflexas y serpenteantes. Charlé con Huemu y me preguntó: ''te parece que el amor tiene esa forma?'' Le contesté con una risa cortada y llena de aire que ''no es un si ni un no''.