miércoles, 24 de octubre de 2012

mosca

Las moscas de siempre firmes, en sus lugares estratégicos; el 2700 de Rivera casi esquina Moldes, el balcón oloroso, donde está el auto que me recuerda al De Lorean y la solitaria pequeña chocando en el cristal de la puerta del edificio. Esa se inventó hoy, ella sola. Ya eran parte del paisaje y cada vez mas parte de la vida. Molestias aleteadoras. Planeadoras. Lo que me preocupó cuando maté a una que entró del balcón al living fue que tenían sangre adentro. O eran pequeños humanos o picaban como los mosquitos. En un momento atribuí mi constante pereza a una hipotética picadura de estos seres nefastos. Los días de borrachera desaparecían, aunque a veces vivían dentro de mi. Lo gracioso era enrollar la toalla y buscar la gran 'lazarillo de Tormes' o 'sastrecillo valiente', siempre los confundo. La de 'siete de un solo tiro' (o golpe, siempre los confundo). El pasado jueves una de las moscas de casi esquina Moldes me siguió hasta la oficina. Era personal, una persecución innegable. Ducha y con calle se ponía siempre del lado contrario al que yo miraba...de Juramento a Carranza a mi izquierda. Palermo y plaza Italia alternó. Volvió desde Scalabrini hasta que se volvió a la derecha en Pueyrredon. Ahi subió una muchacha con un sofocante olor a lavandina. 'OLOR A LIMPIO' decía la abuela. A mi me recordaba al olor a semen dentro del preservativo, pero no correspondía mi observación en las visitas a Castelar. Facultad y Callao se mudó a la izquierda y me siguió por detrás de la oreja cuando bajé en Tribunales. Miraba todo; lo que comía, los expedientes, a quién miraba, a quién no. La mosca me miraba. Cuando se dieron las 17:28 desapareció. A la vuelta decidí (rutina obliga) caminar por Rivera y ahí estaba, casi sonriendo cómplice con otra que le volaba al lado, mirándome. Estaba en su lecho de muerte; las moscas viven no mas de 24 horas...

miércoles, 17 de octubre de 2012

noche octubre

Mas trémula y dulce a la vez, nunca! Ya no era sólo olor ni humo, era versión propia y en quinta dimensión. La estela blanca lo adormecía, pero prestaba mas y mas atención. Faltaba lluvia si, pero ya era mucho que el aroma había mutado en olor empalagoso. Nunca tanto! La madera se levantaba. La música acompasaba cada tembloroso movimiento de lo que ya era un aura celeste grisácea. El viento se inmiscuía como si la casa fuera de él. Las luces de todas las habitaciones, prendidas, todas, las luces. Y las paredes que se caían de mugre y la canción aquella que nunca había escuchado pero que le recordaba a otra, oh oh oh oh oo-ooh oh! El hambre inmenso y ni pan en la alacena ni una mujer que le cocine. (Machista) De a poco retaceando, se iba limpiando rincón minúsculo a rincón minúsculo hasta llegar al todo, mas no era lo mismo eso que lo otro. (Gestaltico) El inodoro en el lavabo, la bacha en la ducha, los vidrios en el parquet, el amor lejos. (Desordenadamente cursi) El sahumerio seguía muriéndose en vida y él seguía alucinando con su humo. Mirá que no estaba drogado ni nada. (Flashero de mas)

miércoles, 10 de octubre de 2012

quemar

Hace mucho que no, pero si! Deseaba que todo se queme en ese sentimnto entre pirómano y autoflagelante. Ya me sentía de nuevo envuelto en esos fanatismos abusrdos, como la numerología y la comparación. Temas del idiotismo de un forzado encuentro con los por qué y los significados. Que si la mala racha mas atroz había sido en el 2002. Y la anterior en el 92. Y ya temiéndole al 2022. Justo ese 22 tan mimado! Y sacar conclusiones baratas. De esas de un secundario de Morón o de una tarde de tererés con galletitas, o de borracheras de tequila champion. Y conformarse con que las muertes son ciclos, y el temor de nene que no sabe crecer, de bici sin rueditas o condones rotos. De los malos tragos con colectiveros, o de piñas en la canchita de tierra. Fanatismos baratos con olor a via crucis e incienso, con monjas rezándome para sanar la sangre que me tapaba la vista. Nerviosismo madre, nervios incontrolables, supremos y vacíos. Tardes noche de Under the bridge y masoquismo. Quemarme los dedos adrede con la colilla mas puta de todas; la del armado peor armado. Todo debía quemarse, no sólo el dedo. Y la cabeza de por sí tenía ese fuego propio, fuego azulcito y mas que nada cenizas. De las rachas y golpazos. De eso se trataban estos días. Abrazarte Estefi y que sepas que estoy aca, siempre. Que Damián, te hagas respetar, carajo, y sabes que es con amor! Que no te pongas loca Anita. Que saques lo malo Papá, desahogate. Que Rosa, no tengas miedo y que todo se quema. Y tambien todo se apaga. Acá estoy bien! Olorcito a queso en lo del abuelo y plantita de terciopelo. Y las caritas de los leones en los desagües plateados de cada casita de ese parque de Merlo. A todos nos tocará, dicen. Juro que me ocuparé de vivir, y si es feliz, mejor, entre ladridos y viento sur, o tinta roja y tu glostora tango club. Apaguemos el velador. Beso!

Rosa

La virgen, la rosa y la radio portátil... Retrato semioscuro con matices de blancos luminosos cerca de sus pupilas. El catre frío desde su rigidez metálica, casi como sus esperanzas de felicidad. Los tonos de rosa aniñándolo todo, casi como una burla a su vejez cada vez más nitida, mas arrugadamente visible y demostrada en sus mecanismos. Los quejidos la abrigan junto al puyo catamarqueño de alpaca. Los dolores la aquejan y el estómago le suena tímido como esos rezos que cantaba todas las noches. Su memoria fallaba en ubicación temporal, pero recordaba anécdotas de niña. Esas medias bordó...

jueves, 4 de octubre de 2012

octubre y sus cositas.

La parodia empezaba con el violeta en la sonrisa por dos copas de tinto en el fauyer del teatro. A esa altura no recuerdo bien si ya era sueño o si seguía siendo parte de lo que usualmente deliberamos real. Puesto que el punto de inflexión entre esos dos estados es irreconocible, nos sumergiremos de lleno en el sueño y mezclaremos en la paleta para pintar con destellitos de realidad. El teatro estaba ahí presente, pero no se trataba del edificio que siempre se nos presenta en la cabeza cuando nos dicen "teatro". El teatro era el salón comedor de la casa de mi infancia. Quizás un poco distorcionado en proporciones y con cierta asimetría arquitectónica que los sueños y las sustancias le brindan a la mente. El público intuyo que eran familiares y amigos. Mis mas cercanos estaban compartiendo sillón conmigo. Ese sillón para tres, marrón; el de mis primeras experiencias sexuales. Y sentados ahí,en constante expectativa, mi hermano de sangre, mi hermano por elección, mi confidente sentada en el apoya brazo (siempre transgresora en elección de asientos), la muchacha payasa, y creo que la tortolita tambien, sonriente. De fondo en una mesa que bien podía ser parte del escenario, oculta en la oscuridad con la sombra de una señora que no paraba de comer de un plato hondo eterno. Por fin empezó la obra con luces intermitentes de colores tanto menos extravagantes que la protagonista. Se paseaba en tules multicromáticos y varios dijeron "not bad!". Era pura simpatía la muchacha, esbelta, de cuerpo particular. Actúa mal! La payasa reprochaba y yo asentía. Canta mal! Decia uno de mis hermanos y yo asentía. Creo que seguía siendo todo parte del sueño porque la confidente aplaudía feliz. Y asi es como quiero verla en la realidad. Los bailarines que no gozaban de protagonismo y ni siquiera de luz, se chocaban entre ellos atolondrados e impedidos por múltiples músculos y pocas neuronas. La actriz no dejaba de sonreir. Un celular sonaba y uno de mis hermanos se volvía loco por saber de donde venía el ruido. Del pasillito, creo! Donde está la rejita. Que sacaba la cabeza el perro, viste? La sombra de la señora seguía comiendo y cuando podía dejar de ver a la rubia del escenario, me detenía en ella con ternura. En uno de los actos la muchacha rubia me toma de la mano y me guiña el ojo. Como en un pacto silencioso y no se porque creo yo que vengativo, parece sugerirme algo. Pongo cara de entendido y sigo comiendo nachos con queso que nos ibamos pasando con cuidado de no volcarnos. Cuando la gente que estaba parada en el oscurísimo living empezó a impacientarse por la conclusión de una obra desprolija y sin sentido, todo se frenó. El final acechaba y las luces inundaron el salón. Las cortinas y persianas se abrieron y era una luz de domingo a las 17. La señora dejó de deglutir ese alimento espeso, que parece ser que eran penas. Fui a abrazarla y con su cara arrugado me dijo cuánto me quería. Aunque tambien me dijo ingrato! La función seguía con la hermosa bailarina arropada de un vestido de tela brillante y mas tules, todos en tonos de violeta. Estabas dispuestas las capas de telas de una forma que la hacían parecer dentro de una carpa. Un retazo descocido le caía en el entrecejo y resoplaba con disimulo para sacarselo de encima. Lo último que dijo la inagotable actriz fue "cumbia si, trabajo no". Y todos terminamos bailando cumbia en el salón comedor living de la casa de mi infancia.