jueves, 4 de octubre de 2012

octubre y sus cositas.

La parodia empezaba con el violeta en la sonrisa por dos copas de tinto en el fauyer del teatro. A esa altura no recuerdo bien si ya era sueño o si seguía siendo parte de lo que usualmente deliberamos real. Puesto que el punto de inflexión entre esos dos estados es irreconocible, nos sumergiremos de lleno en el sueño y mezclaremos en la paleta para pintar con destellitos de realidad. El teatro estaba ahí presente, pero no se trataba del edificio que siempre se nos presenta en la cabeza cuando nos dicen "teatro". El teatro era el salón comedor de la casa de mi infancia. Quizás un poco distorcionado en proporciones y con cierta asimetría arquitectónica que los sueños y las sustancias le brindan a la mente. El público intuyo que eran familiares y amigos. Mis mas cercanos estaban compartiendo sillón conmigo. Ese sillón para tres, marrón; el de mis primeras experiencias sexuales. Y sentados ahí,en constante expectativa, mi hermano de sangre, mi hermano por elección, mi confidente sentada en el apoya brazo (siempre transgresora en elección de asientos), la muchacha payasa, y creo que la tortolita tambien, sonriente. De fondo en una mesa que bien podía ser parte del escenario, oculta en la oscuridad con la sombra de una señora que no paraba de comer de un plato hondo eterno. Por fin empezó la obra con luces intermitentes de colores tanto menos extravagantes que la protagonista. Se paseaba en tules multicromáticos y varios dijeron "not bad!". Era pura simpatía la muchacha, esbelta, de cuerpo particular. Actúa mal! La payasa reprochaba y yo asentía. Canta mal! Decia uno de mis hermanos y yo asentía. Creo que seguía siendo todo parte del sueño porque la confidente aplaudía feliz. Y asi es como quiero verla en la realidad. Los bailarines que no gozaban de protagonismo y ni siquiera de luz, se chocaban entre ellos atolondrados e impedidos por múltiples músculos y pocas neuronas. La actriz no dejaba de sonreir. Un celular sonaba y uno de mis hermanos se volvía loco por saber de donde venía el ruido. Del pasillito, creo! Donde está la rejita. Que sacaba la cabeza el perro, viste? La sombra de la señora seguía comiendo y cuando podía dejar de ver a la rubia del escenario, me detenía en ella con ternura. En uno de los actos la muchacha rubia me toma de la mano y me guiña el ojo. Como en un pacto silencioso y no se porque creo yo que vengativo, parece sugerirme algo. Pongo cara de entendido y sigo comiendo nachos con queso que nos ibamos pasando con cuidado de no volcarnos. Cuando la gente que estaba parada en el oscurísimo living empezó a impacientarse por la conclusión de una obra desprolija y sin sentido, todo se frenó. El final acechaba y las luces inundaron el salón. Las cortinas y persianas se abrieron y era una luz de domingo a las 17. La señora dejó de deglutir ese alimento espeso, que parece ser que eran penas. Fui a abrazarla y con su cara arrugado me dijo cuánto me quería. Aunque tambien me dijo ingrato! La función seguía con la hermosa bailarina arropada de un vestido de tela brillante y mas tules, todos en tonos de violeta. Estabas dispuestas las capas de telas de una forma que la hacían parecer dentro de una carpa. Un retazo descocido le caía en el entrecejo y resoplaba con disimulo para sacarselo de encima. Lo último que dijo la inagotable actriz fue "cumbia si, trabajo no". Y todos terminamos bailando cumbia en el salón comedor living de la casa de mi infancia.

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