viernes, 30 de agosto de 2013

el episodio de Juan Seldon

Juan Seldon salió del baño de la oficina con la cara mojada y chorreando de una de las mangas de su camisa algunas gotas de agua. Todos lo miraron atónitos, asustados. Tenía algo en la espalda. Trató de sacárselo de  encima pero no sabía cómo, porque tampoco sabía que era.
Algunas compañeras chillaron asustadas, inmóviles en sus lugares. Otros se levantaron de sus asientos y hasta salieron de la oficina huyendo o quizás pidiendo ayuda.
Los más cercanos le sugirieron a Juan que se quedara quieto. Una valiente se quiso acercar pero declinó en el intento por la impresión.
La seguridad del edificio no tardó en llegar. Juan sólo estaba parado; no tenía miedo, no decía palabra alguna, no preguntaba nada. Sólo se dedicaba a quedarse estático sobre sus pies.
Uno de los jefes sacaba conclusiones y decía que nunca había visto algo parecido en todos los años que trabajó allí.
Juan estaba de espaldas a la ventana, y la gente de mantenimiento ayudaba a los de seguridad a cercar el perímetro donde se hallaba Juan, con considerable distancia para estar fuera de peligro.
Ya no era propicio preocuparse por Juan y su humanidad, sino por procurar que lo que llevaba en su espalda no se expanda ni se movilice a otro lugar del cuarto, o peor aún, que se pose en otra persona.
Juan intentó un movimiento con una de sus manos para tocarse la espalda, pero fue advertido por el jefe de seguridad, y la mano de Juan volvió a colgar a un costado de su cuerpo.
Pasada la quinta hora del episodio dejaron a Juan sentarse. No sentía el peso de lo que llevaba sobre él, que tanto atormentaba al mundo. La oficina estaba casi vacía; eran Juan y tres expertos en este tipo de situaciones críticas; el Grupo Especial había llegado hace unos minutos.
Cuando la noche cayó le sugirieron a Juan no dormirse porque el mas mínimo descuido podía ser fatal.
Los demás se turnaban para descansar, y cuando el Jefe del operativo dormía sobre un escritorio, empezaron a notar cierto movimiento en la espalda de Juan.
Le dijeron a Juan que se parara lentamente y tratando de respirar lo menos posible, de modo que lo que tenía en la espalda quede de frente a los del Grupo Especial.
La reacción de los hombres fue un espanto. Uno no paraba de vomitar, asqueado, otros sentían un miedo profundo.
Juan estaba ahora de frente a la ventana que daba a la avenida. Pidió que le avisaran a su madre sobre la situación.
Al mediodía del siguiente día llegó la madre de Juan Seldon subiendo a los gritos por las escaleras, ya que por precaución habían deshabilitado los ascensores.
La mujer lloraba desconsolada y decía que amaba a Juan. Y le imploró a los hombres del Grupo Especial que lo salvaran.
Cuando Juan le preguntó qué era lo que tenía en la espalda ella quebró en un llanto insostenible y desgarrador. Yació desmayada por los nervios y los paramédicos la llevaron a la sala de urgencias del edificio.
Juan respiro hondo y decidió dejar todo en manos de los que saben...
Sólo se limitó a seguir indicaciones.

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