miércoles, 23 de enero de 2013

caramelo

Un caramelo en el suelo con envoltorio naranja y blanco, solitario. El hambre violento del fin de un mes duro. Era tomarlo o dejarlo, aunque sea para engañar el estómago. Todo se trataba de decisiones últimamente. Aunque cada vez que frenaba a pensar, siempre se trató de eso. Estaba más cómodo en la isla, y el trabajo lentamente iba acomodándose a Astor. Catapultado a la negativa de tomar el caramelo, gran símbolo, siguió su marcha hasta el hotel con el abdomen más desgarrado que su bolsillo. Subió a su habitación, charló unos mates en soledad, y se manducó un paquete entero de esas galletitas que se había llevado de Argentina. Una tras otra sin respiro, desesperado, como con las ansias locas de abrazar a su familia de un solo manotazo. El dinero ya no le rendía tanto como al comienzo, pero estaba descubriendo nuevos horizontes. La libertad en otro lugar. La libertad lejos de casa. Ya tenía su esquina favorita en la isla. Pero ya faltaba poco para volver a Buenos Aires, pensaba todas las mañanas. Esa era su energía.

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