lunes, 27 de abril de 2015

El sillón de la casa de la abuela en el que pasaba horas jugando en esos hermosos días de infancia.

Una pequeña tapita en el futón, color rosa, la tapita. Metida por esa rendija oscura del cuero, color marrón, el cuero. Escondiéndose delicadamente por el agujero y buscando ese mundo de cosas perdidas, ese mundo de monedas y pelusas, de restos de comida, de restos. La tapita rosa ya había entrado sigilosa por los plieges brillosos al oscuro. Ya era parte del futón.
Desde los cinco años que quería escribir esto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario