martes, 20 de noviembre de 2012

El ventanal luminoso

El cielo estaba adorable entre el llanto y las vacaciones. Las macetas del balcón francés gritaban por agua; la pedían. Una de esas madrugadas de borrachera y operettas, pero sin tomar ni una gota de alcohol. Borrachera virgen. La vista presumida del gran ventanal mostraba una Buenos Aires radiante en su esplendor edilicio y verde a su vez. Esta tarde había descubierto cuán verde es mi ciudad (debajo de la alfombra de flores lilas). Se podían nitidizar las diagonales y los autos jugaban a ser de juguete. Uno desde arriba descubre cosas, y tantas! Piletas escondidas en azoteas, carteles entre invisibles e inservibles, tanques de agua sospechosamente sonrientes y tilos altos charlando con el viento. Los neones a lo lejos entonaban sus estáticas tonalidades para conformar con las demás un armónico coro de luces de mi ciudad. Y Mariano Mores se despertará y se asomará por la ventana de su cuartito azul? Otro borracho fin de semana de sobriedad. Mucho jacarandá en el aire, mucha ciudad. Es lindo escribir con una amiga al lado. Si bien ella dormía, era cómplice. Mucho menos cómplice que el tabaco del cigarrito que me armaba en el piso con cuidado de no despertarla. Son días intensos para ella. Son días. Y se hizo de día ya pero el sol sigue escondido tras una de esas pomposas, blancas y regordetas masas. Y yo refugiándome del calor. Escapando. Cuando la mariposa cayó al borde de mi pie derecho, muerta, sin color, en un estruendo mudo, fue el momento de reflexión máxima. El tope que me recordó cuánto anhelaba que todo terminara; que el ciclo continúe a su vez, destrabando los conflictos conmigo mismo. Anhelos a montones...

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