jueves, 11 de abril de 2013

la persecución

Corchea no presentía cosas buenas. Últimamente se parecía más a Medusa que a Corchea, especie de dicotomía simil Dr. Jeckyll y Mr. Hyde con el que lidiaba todo el tiempo en su interior. La escena se movía en tonos oscuros alrededor del gran patio de la casa de la infancia de Astor donde despues de un gran banquete todo se enturbeció alrededor y se atenuaba en un sepia parduzco y mucho pero mucho vértigo. Astor empezó a correr; un tipo lo perseguía con un arma y Corchea se desesperó. Envalentonada empezó a perseguir a los dos para evitar que su amigo salga mal herido, o que algo peor pasara. Se adentraron los tres en el espeso bosque subtropical del antiguo caserón y esquivando maleza y otros arbustos y ramas molestos la doble persecución transcurría a gran pero a gran velocidad. Los sonidos eran efímeros, Corchea los perdió por un instante y en el silencio del espesor verde aquel, sintió un murmullo de pasto que eran seguramente los pasos de Astor y su perseguidor. Giró la cabeza con rapidez y divisó dos sombras en carrera. Se sumergió en una especie de helecho gigantezco cubriendo su cara con sus brazos en cruz. Cayó al piso dando un giro ágil que la llevó a estar de pie nuevamente. Gritaba para que los dos frenasen, pero no oía ni su propia voz. Definitivamente era Astor que pese a no estar con su ropa usual denotaba en sus movimientos en velocidad que era él. Esa payasezca manera de correr. Corche admiraba su fortaleza. Su resistencia debiera de haberse incrementado por la adrenalina que requería el salvar a su amigo del peligro. El tipo del arma abrió fuego contra Astor que con movimientos azarosos al estar de espaldas esquivó dos de las balas. Cuando Corchea tira la primer piedra al tipo del arma, éste se la replica con un certero balazo en una de sus piernas que Corchea parece no sentir. En un parpadeo ambos se pierden por unos tilos enormes y Corchea queda sola en el medio de la nada con una jaqueca leve y mucha pero mucha neblina fría y húmeda. Parecía no dolerle la bala cerca de la rodilla. El pantalón se volvía poco a poco de un tono rojizo a la altura del muslo derecho. Quedó pensativa y con una pena inmensa y un gran resquemor por no salvar a su amigo. Casi como en un acto de teatro totalmente planificado hacen entrada en la escena dos personajes bastante pintorescos que empiezan a hablarle a Corchea como si la conociecen de toda la vida. Un hombre bestial por donde se lo mire, con mirada agresiva pero escondiendo un temor a algo que se guardaba muy pero muy adentro. Vestía una chaqueta marrón con motivo de príncipe de Gales y un olor como a orina pero que no era eso. A su lado una mujer palidísima, casi transparente. Si hubiera estado mas en sus cabales hubiera hecho una mejor interpretación del momento pero Corchea dedujo que era un espectro. Cada vez que la mujer se acercaba a Corchea el frío era tremendo y la voz de la blanca fémina estremecía a la joven amiga de Astor. Casi como por rutina la espectral dama empezó a dar instrucciones a Corchea. El tipo extraño desapareció entre unos troncos con moho. La mujer rara se presentó ante Corchea como Karen y al decir su nombre se batía el pelo con una sensualidad horrorosa. Le untó una especie de savia verdosa en la cara y la llevó a la copa de un árbol donde le enseñó a treparse en las lianas y movilizarse en ellas como el hombre mono de la televisión. Karen le pedía a Corchea que la imitara en sus decires. Corchea se esforzaba por hablar ese español que la dama espectro escupia de sus labios azules. ''Vos sos eso, hablá así, vas a ser feliz''. Cuando Corchea estaba deslizandose en el aire como una flecha aferrada a su liana, Karen da un salto felino y la empuja desde una altura alarmante hacia el verde del patio infinito, del bosque gigante. Cuando Corchea despierta ya estaban cerca de los sillones Astor y un par de personas, alrededor de la pobre chica. Astor dijo que tenía que sacarse la bala. Ya había llamado a la ambulancia. Corchea sentía mucho frío y le ardía el muslo. Pero parecía olvidarse de eso. Astor le advertía y le recordaba de la bala y sólo en esos momentos entraba en razón. Empecinada quiso sacarse el plomo de la pierna por sus propios medios. Si en la tele lo hacían, no debería ser tan difícil! Cuando sumergió el dedo índice en la herida chilló de dolor y empezó a llorar. Astor la reprendió de un grito y dijo que esperara al médico. La tomó del hombro derecho que tenía moretoneado por el golpe tras la caída de la liana y gritó aún mas; el dolor se escurría por su cuerpo como una serpiente helada. Se apoderaba de todo como una enredadera horrible hasta llegar al medio del pecho en un tremendo punzamiento que la ahogaba. Jadeaba desesperada tomándose el pecho, sentía morir. Pedía por su mamá, todo giraba más y más rápido en el mismo sepia de siempre pero mas rosáceo. Toda su vida pasaba ante sus ojos como un video clip y la película se humedecía por los lagrimones. Cuando despertó por segunda vez la ambulancia ya había llegado pero no había intervenido todavía el cuerpo de Corchea. Corchea pudo observar el cuerpo innerte del hombre del arma que todavía seguía con vida. Vio la cara de su padre por un momento en el que hasta ahora había sido sólo una sombra que perseguía a su amigo despues de bajarse de una ridícula moto gris con calcomanías aún más ridículas. Se levantó rengueando, chorreando sangre y clavó en el pecho del tipo del arma una rama de árbol filosa que encontró a manotazos torpes. Lo tomó del cuello mientras lo subían a la camilla y dos oficiales observaban la situación. No podían despegar a Corchea de la humanidad del rufián aquel. Corchea llevaba aún algunas balas truncas en el bolsillo que el idiota del arma había disparado pero que ella logró atrapar en el aire por alguna falla que seguramente el revolver tenía. La guardó junto con la bala que se había sacado casi somnolienta, antes que llegaran los paramédicos. Todos abrazaron a Corchea, un poco para contenerla y un poco por amor. A lo lejos en lo alto de un tilo se divisaban las ropas blancas y los cabellos azabache al viento de Karen y la pose roedora del extraño tipo que la acompañaba.

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