viernes, 15 de marzo de 2013

verano de primos

Lo que despertaba Solange en él era nada. No lo llenaba en absoluto, es más, estar unas horas con ella lo apartaba de sus pensamientos, de él mismo. Lo único que le movilizaba de ella era ese apareamiento de miradas incestuoso, casi tétrico delante de los viejos de ella y en cada cena de fin de año. Solange era una varieté de moda, una feria de carijas (lo contrario de baratijas) con el estilo que las revistas de mujeres imponen, una vidriera con carteras Prüne colgando de sus hombros, aros de 13 centavos de costo que conseguía como gangas en las tiendas de Alta Córdoba a 45 pesos. Era una llamada a lo absurdamente banal, a lo ostentoso, todo lo alejaba de ella. Hubo un tiempo que para sentirse más cerca de él, Solange empezó a leer. Era un libro que le recomendó la madre. Ella le leía las líneas que consideraba interesantes con un camisoncito de seda salmón que apenas le tapaba la comisura de su cola, con la luz apenas baja y con el dedo en la boca. El en la punta de la cama jugaba con los peluches de ella. -Los que jugábamos cuando eramos chicos, te acordás? Él odiaba esa literatura barata y consumista, y lo decía con todo el poder y el perdón del mundo. Literatura basura! Literatura basura! Ella reía y lo abrazaba y lo ahogaba en sus pechos, le mordía el lóbulo de la oreja y se retorcía aún más a carcajadas casi burlonas que el respondía con la cara roja y una caricia que apretaba su muslo bronceado. Cada vez que tenían sexo en la cama de sus tíos el se sentía un poco culpable y ella disfrutaba del atrevimiento, de la confianza ilusa de sus padres, de los reencuentros anuales, de las sospechas de su novio que siempre dedujo la clásica fantasía. El último verano llovía más que de costumbre y él llegó a Florida con su bolsito desvencijado y sus desventuras de siempre. -Contame de tus padres! Sigue trabajando en el banco Efrain? Vi fotos de Lucero y está mas gorda! Es verdad que te matan por 50 centavos? Las comidas populosas para 5 personas de la tía, nena bien de barrio que rozaba los 50 y aparentaba cierta humildad que Solange no pudo heredar. Era hermosa y lo sabía, y a cada mirada de él, Solange le devolvía un beso sordomudo y una tentativa a la lujuria. Otro verano de primos.

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