viernes, 22 de marzo de 2013

Viernes de limpieza

Héctor llevaba ya una semana sin fumar y eso para el era todo un logro, un premio. Se sentía mejor de los dolores de cabeza y controlaba la ansiedad con unos chicles mentolados que le había recomendado una amiga. Ese viernes había madrugado como de costumbre pero en vez del usual remoloneo improductivo, esta mañana pecaba de diferente. Hizo todo lo que tenía planeado. Y eso que no era hombre de planes ni de proyectos, ni de organizar nada. Había baldeado el balconcito que da al baldío y regaba las azucenas, regalos de Misia Jazmín, erudita en botánica hogareña. Esperaba los malvones y un par de temas mas. Repasaba el parquet del living con un trapo húmedo y fragancia a lavanda. Cada lampaceada era un paso de baile. Era todo un amo de casa y eso lo hacía sentirse útil. Cuando removía el sarro del baño se cortó un poco el dedo con la fibra metálica, pero por fortuna quedaban gotas de iodo que humedecieron la gasa que envolviá la lastimadura. Arregló la persiana maltrecha de la habitación. Esa madera está para el cambio pero con la remendada de Héctor aguantaría un mes más aunque sea. El ruedo del pantalón lo coció como pudo, despues le diría a alguna de las chicas de la oficina que lo ayudaran con eso. Fue lo único que hizo a medias en la mañana. Tomó un café liviano con unas masitas de frutilla y crema que guardaba de cuando vino la tía Clelia y tiró a la basura un paquete casi lleno de Lucky Strike que encontró escondido en un cajón de medias. Iba y venía por todo el departamento saltando las bolsas de basura que se acumulaban al lado de la puerta de salida. Al lado parecían estar usando la aspiradora. Será día de limpieza en el edificio? bromeó. Planchó su camisa blanca y descolgó las medias de la soga. Estaba ansioso de que lo vean tan bien vestido y con las buenas noticias que llevaba. Se bañó cantando a los gritos y ya estaba pensando en el próximo movimiento dentro de la cocina. Se secó con la toalla que todavía seguía húmeda de la noche anterior y se recortó un poco la barba. Se miró al espejo y sonrió con confianza. Hoy es tu día Héctor. Puso la olla en el fuego con un poco de agua para los fideos. Comería en la oficina con las chicas. Saltó las bolsas de basura y fue a buscar un librito de recetas que mamá Bianca le había mandado hace unos años. Salsa Matrièrè; Cebollas salteadas, extracto de tomate, hongos fileteados, tomillo y crema de leche. Decidió hacer una filetto mas simple, no quería hacer esperar a las chicas y tenía sólo el tomate de los ingredientes que pedía la receta. Pateó una bolsa verde de residuos y empezó a armar la mochila con prisa. Casi olvida los lentes. Hoy no! Tomó la pastilla de los nervios y un sorbo enorme de soda fría. Eructó con ese placer ruidoso que dan la soledad y un eco acústico en un living vacío. Empezó a llevar las cosas del living, de la pieza al living. El parquet ya se había secado. Corrió las bolsas para poner una mesita ratona. Se hartó de las bolsas y juró que despues de colar los fideos sacaría la basura a la calle. Sonó el teléfono celular para avisar que la línea acusaba deuda y que el servicio sería interrumpido. Incomunicado hasta el lunes que cobraban el sueldo en la oficina. Tendría que mandar unos mails desde el trabajo para avisar. Los fideos estaban un poco pasados. Viernes, nada importaba ya. Ocho bolsas y hacía malabares para no tirar ninguna. No iba a hacer dos viajes ni mamado. Cuando estudió el lugar donde llevaría cada bolsa las dejó en el piso y buscó las llaves que estaban calladitas tras una de las patas de la cama. Arrimó las bolsas a la puerta y cuando la segunda vuelta de llave empezaba, quedó a la mitad... Fuerza, ingenio, nada hacían dar a la lalve esa media vuelta que le faltaba para abrir. Fastidio, tranquilidad, fuerza, gritos... La puerta cerrada y risueña y Héctor al borde del ataque de nervios con unos fideos humeantes y encima pasados en su maletín. Si con razón las cosas estaban saliendo tan bien! Se caga de risa el destino! Pateó la puerta con un insulto. Atinó telefonear a la portera pero claro, la línea estaba suspendida. Desde el 10mo piso en el balconcito que daba al badío, esta vez limpio, Héctor se sentía el más idiota de los prisioneros con una buena noticia que no iba a poder dar. Tomaba vino y sonreía vestido de punta en blanco, con ocho bolsas de basura en la puerta y esperando el día que alguien lo vaya a visitar...

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