Ay, mi amor, si supieras todo lo que yo…
Vos sabés. Sos esa partecita que me mantiene vivo. Ese
frasquito que de vez en cuando me da esa dosis de paz. La milonguita alegre
pese a las lágrimas de una vida que cuesta, del aprendizaje constante.
Y te veo crecer y eso me enorgullece a cada paso tuyo, a
cada arrastre, taco y punta.
Todas las tardes verdes que desembocan irrefrenablemente en una sala de teatro, o un café recalentado, o algún manjar, o besos. Los solemnes besos, los besos paralelos.
Toda la noche evadiendo las llamadas de un ente inexistente, porque somos vos y yo, como siempre. Como aquella primera vez en esa inmensidad de cápsula que construimos aislándonos de esa mediocridad, como siempre.
Todas las tardes verdes que desembocan irrefrenablemente en una sala de teatro, o un café recalentado, o algún manjar, o besos. Los solemnes besos, los besos paralelos.
Toda la noche evadiendo las llamadas de un ente inexistente, porque somos vos y yo, como siempre. Como aquella primera vez en esa inmensidad de cápsula que construimos aislándonos de esa mediocridad, como siempre.
Si sos la construcción perfecta, la deslealtad más dulce y
la eterna inocencia de tu cuerpo entregado al mío, el pecado de la suavidad de
tu piel, el olor de tu saliva.
Esas migajas que me confortan más de lo que me conforman. Esos ojos de madera acuosa, la dulce unión y las risas. Si yo exploto con tu sonrisa, con tu entrega, con tu presencia.
Sos la llama fresca en el escenario oscuro que recorro de principio a fin.
Somos demasiado en el piso, en las mariposas del colchón, en el laberinto de sábanas y cabellos, y aromas. La violencia del goce y la humedad de tus labios, de los que callan y al mismo tiempo dicen tanto.
Esos giros imperfectos de la total indiferencia a la perfecta fusión, a las deshoras y trasnochadas afables.
Esas migajas que me confortan más de lo que me conforman. Esos ojos de madera acuosa, la dulce unión y las risas. Si yo exploto con tu sonrisa, con tu entrega, con tu presencia.
Sos la llama fresca en el escenario oscuro que recorro de principio a fin.
Somos demasiado en el piso, en las mariposas del colchón, en el laberinto de sábanas y cabellos, y aromas. La violencia del goce y la humedad de tus labios, de los que callan y al mismo tiempo dicen tanto.
Esos giros imperfectos de la total indiferencia a la perfecta fusión, a las deshoras y trasnochadas afables.
La amabilidad de las caricias, el respeto de los
pronunciados silencios que gritan un amor ciego pero noble.
Somos eso y un balconcito que espera que caigamos juntos al cielo, con relámpagos que esperan ser fotografiados por nuestras fascinadas retinas.
Somos reflejos de un recuerdo que sigue vigente como un hecho, como una constante certera, como un sentimiento.
Somos felicidad en esas horas, una especie de felicidad de ensueño, como de cuento, como de guión premeditado.
Si supieras, y más que nada si…
Las confesiones más avergonzantes y el abrazo firme y contenedor, más que nada confortable.
Y así hasta siempre o hasta que algo cambie y simplemente seamos.
Gracias por el día de hoy. Lo sublime en acotados lapsos y envases.
Somos eso y un balconcito que espera que caigamos juntos al cielo, con relámpagos que esperan ser fotografiados por nuestras fascinadas retinas.
Somos reflejos de un recuerdo que sigue vigente como un hecho, como una constante certera, como un sentimiento.
Somos felicidad en esas horas, una especie de felicidad de ensueño, como de cuento, como de guión premeditado.
Si supieras, y más que nada si…
Las confesiones más avergonzantes y el abrazo firme y contenedor, más que nada confortable.
Y así hasta siempre o hasta que algo cambie y simplemente seamos.
Gracias por el día de hoy. Lo sublime en acotados lapsos y envases.
Hasta la próxima.
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