miércoles, 26 de junio de 2013

el príncipe Gudnat



Gudnat se había despertado siete veces esa madrugada, más por la sed que por sus pesadillas, y no menos por su ansiedad.
En una de esas siete veces de desvelo tomó un candelabro con una vela encendida y se dirigió a hurtadillas (casi por costumbre social, ya que estaba solo) a la sala de trofeos donde se agazapó a un pequeño diván de cuero laminado y pidió a los dioses que lo aliviaran de tanto resquemor, que lo transportaran del mundo de la vigilia al de los sueños.
Despertó encandilado por el alba en una reposera de mimbre danés en la que solía tejer largas calcetas para navidad su difunta abuela, la Duquesa Fariet.
Se incorporó tembloroso y con unos pedazos de papel en la mano, maltrechos como su cuerpo que yacía fatigado en el césped, y luego caminaba por impulso hacia el jardín lateral de la cúpula Oeste.
Se deshizo de su pijama a la altura de las fresias y divagó en paños menores por todo el parque, cantando versos de infancia juglar, y rodando por los pastos ensuciándose en un primitivo ritual.
Corrió al lago persiguiendo a las ocas con falsos graznidos y se lanzó al agua en un coreográfico salto que culminó en una resonante zambullida. Acarició su cuerpo, su cara, y no salió del agua hasta percatarse de que sus dedos estaban arrugados.
Entró a la sala de trofeos, tomó el candelabro de la noche pasada y lo volvió a llevar a su alcoba, donde descansaba en su cama, un oso de felpa que la mismísima Señora Minerva Rusque había zurcido y cosido con sus propias manos.
Abrió el cajón de la cómoda; sacó un penique y lo apretó con fuerza. Era su moneda de la suerte. Antes de volver a cerrar el cajón tomó la daga del tío Dowight y enfrentó el filo punzante contra su abdomen, como marcando una trayectoria curvilínea que nunca cesaba su recorrido en vaivén, que se frenaba en el vacío antes de llegar a su piel.
Oyó las campanas del portón principal y el resonar de los cascos de los caballos que arriaban el carruaje Real.
Dejó la daga bajo la almohada, se perfumó de azahares, se vistió de traje azul y subió a la carroza con sus padres para comenzar el camino a la Ceremonia de su coronación en Billsworth.

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