viernes, 9 de marzo de 2012

ida

...y el viaje comenzó en el momento que nunca imaginé, y hasta el lugar mas inesperado. El primer tramo, no? Estos viajes suelen ser largos y variables. Suelen ser multifacéticos y muy cargados de sentimientos. Viajé a Madrid. Allá por los 60 y un tipo pelado demasiado sonriente le preguntaba cosas a un Julito inmortal. Que manera de escuchar que tiene, por Dios!
Era una mezcla de pertenencia universal, y de enamoramiento sistemático a medida que soltaba vocablos ''porteñoafrancesados''. El entrevistador nos colmó.
Partí extasiado para Catamarca. Llegué a las 17:05 en punto. A todo esto en Castelar era todavía de esa noche espesa como la ensalada de fruta sin bananas de mamá. En Catamarca era una tarde azul verdosa. Como no iba a ser verdosa, con tantos miles tonos de verde. El río estaba fresco en su caricia, y los coyoyos cantaban. Estaba solo y con ustedes. Que quería que estén ahí. Fue un chapuzón rápido. Unas tortillas con chicharrón y un tirón de orejas seguido a un abrazo eterno a mi prima. Me despedí con un beso de mis abuelos y emprendí vuelo.
Volví 6 minutos a Castelar para controlar la fiebre del nene. Ya está grande el nene, pero es mi consentido. Todo iba bien. Pasé a espiar a Rosita. Dormía.
En Carapachay Elian no estaba. Seguro tambien andaba de viaje.
Corté camino para Neuquén en los 80 y canté en una fogata con desconocidos hippones. No tomé alcohol, sólo me armé unos azules.
Los azules, como muchas cosas me recordaron a Bernal. Por eso me fui a mojar los pies en el mar en un tiempo no muy lejano. Con la frescura de esa arena llegué al sur de Buenos Aires. El 159 tardó bastante. Decidí volar desde la plaza. Entré por el patio. No pregunten como. Cargué el celular. Caminé el pasillito oscuro con cuidado del espejo. Miré hacia adentro y estaba mas brillante que nunca. Y así empecé a leerla.
 

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