El arte de un buen lavado de cara. (Por mi padre)...
Primer
elemento casi fundamental, un lavabo con una canilla. Que de la canilla
salga agua, ya que de lo contrario el procedimiento podría llegar a
verse trunco. Cabe aclarar que se ha observado realizar este accionar
tambien, en ríos, piletas y hasta en baldes rojos y palanganas
metalicas. (No se prometen los mismos resultados)
El primer paso es
abrir la canilla y que el chorro salga con fuerza. Desde 'casi al
maximo' al 'maximo'. Nunca menor a 'casi el maximo'. Se recomienda
encarar este paso con un desinteres total, como si el agua no fuera un
bien que escasea. (Recordar que en los tiempos en que EL aprendio este
arte, era una locura pensar que el agua algún día podría faltar).
Como todo, o casi todo ritual, hay un sacrificio. Repetimos; en este caso, es el agua la sacrificada.
Una vez que el vehemente chorro choca con el piso del lavabo, se
considerara darle unas palmaditas. De calidad. Evitando que salpique
agua contra uno. A la vez sirven de termómetro corporal. La temperatura
es de 'fria' a 'helada'. Incluso en invierno. Nunca mas que 'helada'.
Nunca menos que 'fría'. Recordemos que el rito, además de caracter
higiénico, es de preponderancia, despabilatorio.
El encorvado del
cuerpo es una técnica bastante especial. Aunque se torna algo personal
al encontarnos con personas de diferentes tallas y necesidades. Lo ideal
es amoldar el cuerpo de manera tal que ni el ciático ni el lumbar
chillen.
La cara a unos pocos centímetros del caudal descendente.
Las manos simétricas en forma de palas excavadoras. (No confundir con
palas manuales de tierra). Las palas deben tomar el agua y golpearla
frente a la cara. La cara a su vez intentará penetrar las manos. Como
zambuyéndose a un río fresco en una tarde de verano catamarqueño. Se
realizará por cada 'choque' una respiración (fuerte) de tipo exhalatoria
buco-nasal. Sonora si se puede. Repetir el proceso unas cinco veces.
(No mas de ocho). Mirarse el espejo en su justa medida. Empezar el dia
silbando, asi...
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