Astor estaba seguro de que iba a morir a causa de un balazo infame. Lo
azotaban seguido malarias en el higado y glandulas anexas. Las anginas
se tornaban mas comunes. Lo que mas le preocupaba era la vista y el
posible glaucoma heredado. Tenia un par de operaciones encima. A veces
solía ser descuidado pese a tambien, considerarse temeroso. Pero estaba
casi de lleno convencido que un balazo (infame) iba a apagarle el cuerpo
y la sinapsis q lo dejara sentir. Un balazo casi siempre es infame.
Pero la infamia del balazo Hadeico de Astor rebalsaba lo terrenal. Era
casi una casualidad desafortunada. Como encontrarse a un conocido que no
nos cae del todo bien. Como un gol en contra en el último minuto que
nos elimine de la copa.
Lo interesante es que no vivía pendiente en
la espera de ese balazo, aunque de algunos callejones erráticamente
nacen premoniciones macabras que al poco soplar del viento se van
diluyendo.
Los dolores de cabeza aumentaban una noche de abril y la
madrugada fue un espanto. Extrañaba los anteojos de sol de su Marshita,
una amig a muy cercana a Astor, fotógrafa y dibujante. Tambien sabía
tocar bastante bien la guitarra.
Casi todas las noches que soñaba con el mismo, tenía esos lentes puestos.
Esa noche de abril balbuceaba entre sueños, deliraba por la fiebre. Le
decía a sus padres que los amaba, como siempre pero a gritos entre
sueños.
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