martes, 14 de agosto de 2012

Astor de jóven

Astor era zurdo para fumar sus cigarros azules (de esos que yo fumo), pero era diestro para la escritura e incluso para esos garabatos indescifrables a los que osa llamar dibujos. Astor era zurdo para levantar la taza de café de Islas Komodo que le trajo un colega del Instituto, pero lavaba sus dientes con su mano derecha.
Asignaciones, lateralidad, patrones. Lo que era indescifrable en Astor era su pensamiento y es que su bicefalidad lo hacía últimamente pensar con la cabeza equivocada...
Pendulaba por Monroe buscando Crámer y un cuadro que había visto tirado por ahí, en una vereda de esas viejas, de las trazadas benévolamente como para que uno pase ociosamente a pasos agigantados evitando tocar las líneas separatorias. El cuadro no estaba ya (la gente deja tiradas cosas útiles para Astor en ese ´Barrio´) y seguramente algún otro 'coleccionista de cosas de otro' se lo había llevado.
Pensó en que estaba cansado de tomar prestado del pasado tantas historias, cuadros, mujeres. Se había cansado de eso. Decidir no decidió nada, sino que al subir el ascensor de puertas tipo tijera, esos que le gustan a su padre (otro coleccionista melancólico), empezó por poner la mente en un gris casi blancuzco que le saboteó todo plan libidinoso de esa noche. Como una antierección premeditada, saqueándole la esperanza de que esa velada rubia como la dama que lo visitaría en su edificio de soltero iba a prosperar. Mandó un mensaje a la muchacha que tenía turno con Astor y sus hídricas intenciones: ''me siento mal; vómitos y náuseas. Espero no estar embarazado. jaja.  Besito.'' y se recostó a torturar su cuerpo con pensamientos malos. Saltó al ropero, se sacó la ropa, se miró al espejo y pidió un consejo. La respuesta fue un cuerpo desnudo, escuálido y lampiño y una cara tristona que daba risa. Astor necesitaba una mascota!

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