viernes, 17 de agosto de 2012

El día de impresión de Klaus

El sueño recurrente de un pobre Klaus mas flacucho que nunca y con el acné mas florecido de todos sus años, era una tarde de primavera en oscuros tonos carmesí metiéndose en cada ángulo del rectángulo que simulaba su mente ser una pantalla en la que transcurría esa película, la de él, parado al lado de la parrilla y besándose con su profesora de 6to grado; la horrible y colorada profesora de 6to grado. El aliento putrefacto y esa lengua viscosa y pendulante que segregaba un ácido hostil, que Klaus tragaba a litros. Y se despertaba asqueado...
Lo mas repugnante fue cuando hace unos días se acercó a Ichtios, la griega, y pudo detectar que su aliento (si no era el mismo) era muy parecido al de la detestable profesora de 6to grado. Sentía vomitar! Ni la piel bronceada en contraste con ese pelo rubio de notas alegres, ni sus ojos celestes como el Egeo, podían sacarle la inmunda imagen en tonos rojos de la colorada. Sumergido en el espanto nauseabundo de un áspero recuerdo reflejado en la mujer con la que solía entumecerse, se alejó de la situación. Bajó apresuradamente a galope moderado, como para que no noten que escapaba, pero para tampoco parecer que todo estaba bien. la remera gris, apagada, se iba llenado de esa mancha de sudor agresiva que comunicaba a todos que el pánico acechaba a Klaus.
No se podía sacar de las retinas, tambien sudorosas, esa fotografía de la griega y su sonrisa blanca nieve, blanca hielo. La cara de Ichtios se deformaba lentamente desde la raíz de la nariz y todo se licuaba hacia la comisura de los labios. Incluso el radical cambio se daba en los pigmentos de la piel y los cabellos. La imagen de Ichtios se deformaba en la de la profesora de 6to grado, la desgradable profesora de 6to grado. Cuando pudo por fin llegar a la vereda, escapar del edificio, casi chocando con los andamios de la construcción, el alma pidió irse al suelo. Escupía hiel, escupía amor y odio. Estaba perplejo. Se sentía mareado y llegó al punto de vomitar una espesa imagen.
Mas alivianado se irguió en sus tantos centímetros de piel blanca y pelo naranja. Se sentó en la plaza de enfrente a mirar las palomas. Todo aborrecía ese día. Lo llamó el día de la impresión, condenando a esa hermosa palabra al mas peyorativo de los ejemplos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario