Había sido una divertida velada con los tortolitos que ni.
Fue como un regalo divino (véase diánico, o azul, o blanco) esa torrencial
armada de, valga la redundancia, azules. El sastrecillo valiente orgulloso de
sus "tres de un solo golpe", y ella con fuerzas para mas después de
sus 31 de un tirón, y decí que se acabaron los (pape) lillos. Él ganándole
todas las partidas a ella, sea el juego que sea. Bueno, alguna habrá ganado
ella. Y yo relajadamente feliz y levedad de la que se disfruta. Piña colada de
por medio. Tan perfecta la velada que el metrobus tardó relativa y
considerablemente poco, y sugestivamente vacío arribó después de un cigarro y
3/4. La cola dentro de todo corta y pocos borrachos de boludez. Dejé pasar a
dos señores que habían llegado después que yo. Costumbre de buen pastor.
Renegando imaginariamente por tener que viajar una hora parado. Los dos tipos
que dejé pasar ya sentados en los últimos tres asientos de atrás a ambos lados
de un pibe tremendamente pasado de rutina laboral. Y mirá si serán grandes los
milagros que el pibe se levantó y me dejó sin saberlo el lugar calentito para
que yo me pusiera a escribir sentado ahí... Antagónicamente a la costumbre los
dos tipos que no se conocían, se encargaron de que estuviera cómodo, y el vals
de Amélie extasiaba dicha comodidad.
Mi relax era casi dormirme. Personajes a montones. El típico novio celoso con
ojos de bulldog no dejaba de acecharme por si las dudas le mirasen a su urraca
rubia. Y a eso de la altura de lo de Cris mañana, o sea, la cancha de Vélez
para los no entendidos, se paran los dos tipos. Mierda que se conocían! Cuando
los dos amables compañeros de banco ya habían tocado el timbre y las puertas
del bólido rojo se abrían con el mismo en movimiento, me azotaron a más no
poder. Y las tuve que contar; 7 piñas y 1 quedate quieto. A la cara, a la
panza, pecho, pecho, panza, nuca, pecho, hombro. De un salto gacelezco y con
sorprendente agilidad para su edad bajaron del carromato con mi teléfono
celular Nokia, mi bolso y mi gorrito. Bulldog miraba pero solidario. Urraca no
miraba por las dudas. Conductor y su "están todos bien". Y yo carcajeando
con aliento a pucho y Topline; desgracia con suerte jefe!...no me pegaron en la
nariz.
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