viernes, 20 de abril de 2012

Jugar

No era mas que un quejido, una lucha, un gesto para llamar la atención y sentirse querido. De que sepan de que los Astors (muchos Astor) tambien necesitaban ser tomados en serio, ser queridos.
Pero no pensaba mas que en juegos y en como los resistía. Mejor otra cosa... siempre que los amigos proponían pasar una noche de jueves con esas cajas medio rotas, con piezas faltantes, cartoncitos tajeados, cartas marcadas...
Los juegos de mesa eran muy difíciles de ganarse el amor de Astor; las escaleras en el chinchón le parecían aburridas, ni tampoco le gustaban las mujeres que eran fiel copia de uno. Las sufría.
Los juegos de estrategia lo hartaban. Ese equipo rojo esperando a que el azul ataque Kamchatka o Colorado. Tan pasivo. Las mujeres así lo sofocaban; esperando siempre todo y nunca dando ni un paso a la gana de ese primer beso.
Los dados le interesaban mas por lo azaroso, pero... pocos colores. Las mujeres monocromáticamente simples le aburrían al punto de dolerle los ojos y la libido. Para cosas comunes camino por calle Florida.
A Astor le gustaban los patios, el tango en un balcón frente a Atlanta, las adivinanzas con el mas chico de la familia, el futbol sin discurso político, la arena entre los dientes y en todo el cuerpo, las pizzas amasadas con amigos, las carreras de mente y de cuerpo, los placeres básicos de un buen vino (San Telmo zafa en épocas de alquiler), las empanadas de mamá pero con su sonrisa, las pescas a las que falta siempre y los chancho va con trampa... Esos son juegos carajo! Ah, y la vida...

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