Bueno
a veces a uno, o por lo menos a mí, le agarra esa cosa de no querer dejar nada
sin entender. Será por eso de no querer caer en la metáfora o la incertidumbre,
que si bien a veces es placentera (cuando se la lega a la imaginación), otras
se vuelve insoportable.
En plan de diccionario, me veo hoy, de la manera en la que me desperté, de
explicar algunos latiguillos o términos de los que suelo abusar.
Para serle sincero, lector, sólo quería dejar en claro uno(o dos o tres) de los
vocablos, y por otra parte, explicar un poco desde mi punto de vista mi propia
y torpe escritura.
Los azules, cuando me refiero a ellos, son los cigarrillos que fumo. Esos que
no son tan químicos como los de los kioscos. Los azules te dan la posibilidad
de fumar estados de ánimo del que los arma, combinado del que los fuma. Ese
cóctel puede ser ‘extasiantemente’ explosivo. Alguna que otra vez capaz hable
de fumarme un Virginia o un marrón, pero no va al caso. Ya que estamos en
confianza, le comento, lector, que un azul a media mañana, cuando el día
aparenta largo, es un perfecto depresor de preocupaciones. Algo así como un
purgante de stress. Lo ‘relajatorio’ del preparado se apreciará en esa casi
somnolencia que vivenciará.
Otra de las ‘secretelas’ que le quiero contar, y usted se habrá dado cuenta, es
que mi literatura (osado el tipo a llamarla así) es un 72% transporte-urbano.
Hallará en las letras pasajes que transcurren en una decena de líneas de
colectivo o ferroviarias. También intrínsecos, hallará pasajes de 1,25, 1,75,
1,10 ¡y hasta 2,50!
El tiempo que empleo en estos escritos, además, casi nunca superan los 18 o 22
minutos, lo que hace entrar a mi escritura dentro de la categoría de las ‘impulsofugazgrafías’.
Ya se habrá dado cuenta de las musas, de los enamoramientos efímeros y de mi
descendencia catamarqueña por parte de madre (por la tonadita del corazón). Y casi terminando esta ‘autobiograliteraconfesión’,
le comento, así entre nos, que mis amigos son lo más importante que tengo.
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