La bailarina le había mandado un mensajito de texto, y el le respondió
"bien, tranquilo". Las últimas veces que algunas de las amantes de Astor
le habían preguntado como estaba, lejos estuvo de esa respuesta. Se
sentía nervioso, insatisfecho, apagado. A la vez, el día del mensajito,
no sólo se sintió tranquilo sino acongojado por responderle eso a la
bailarina (por respondérselo a ella y a nadie mas). Astor quiere a la bailarina, pero el destino y su cabeza, a
veces, hacen que pareciera todo lo contrario. Astor no amaba hace
tiempo. Lo más parecido a eso había terminado en una dulce angustia, que
si bien conserva, no lo hiere (tiempo al tiempo decía).
Un día Astor
amó después de mucho tiempo. Amó la desnudez del cuerpo de la
bailarina, la entrega. Pero amó la seguridad. No sólo su seguridad, sino
la de ella. Más que nada la de ella, mostrándose tan diferente a lo que
era en una mesa de restaurant, por ejemplo. Nunca vió desnudez tan leal como la de
ese cuerpo, tan desinteresada. Le excitó su piel llamándolo. Ese fue el
instante en el que Astor amó. Pero para que vuelva a amar a una mujer,
todavía falta mucho.
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