sábado, 2 de junio de 2012

el viejo titiretero

Y de repente llegaste sin intenciones, avasalladora, errante y prepotente, burlándote de la pasión y prendiéndole un fósforo a las letras de esa última desesperada brazada en el mar de tus rulos. Ni una carta, ni una canción, ni un beso. El último intento había sido un balbuceo idiota pero íntegro de sentimentalismo barato pero verdadero. Y ese fue el amanacer y el ocaso de la vida de mariposas que tuvimos llenándonos de verde y azul el maldito corazón. Otra vez como estúpido torbellino husmeo por sobre tu coraza y no encuentro más que trampas. Las interpretaciones de los dibujos de ese caparazón con aroma a humo pueden ser tan confusas como los colores de tu boca apresurada y entregada en ese tiempo (y por que no en este) a mis labios temblorosos.
Entonces con esa especie de lavandina que sale del borratinta en el lapicito blanco, froto la parte de ocaso y desaparece como magia. Ojo que la parte azul puede sellar algo para siempre. Extremo cuidado en qué escribir. De última se abolla el papelito y listo el pollo. Me merecía una bofetada pero nunca me la dió. Sólo me daba compasión y halagos. Sólo se cansaba y era sutil en hacérmelo entender. Siempre pensando en mi, pobre santa. Cuando la vi de nuevo caminando por sobre el escenario le soplé el cuello, y desnuda me repitió sus planes. Contó de lo fantástico de un artista que yo no conocía, pero que lo tenia de vista. Me puse un poco permisivo en el tema de los insultos. Me disparó de arriba a abajo y me dejó (esta vez ella me dejó) rezando un rosario de lágrimas violetas por sobre el tapizado bordeaux.

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