viernes, 22 de junio de 2012

Cabildo y Militar

Si me disponía a encontrar la dirección en Capital se me iba a ser imposible; no era ni Nuñez ni Belgrano. Esas coordenadas se movían, era una persona, alguien era ''Cabildo y Militar''. Se me hacía imposible no recordar a Jaime Ross y ''Durazno y Convención''. Una vez la encontré por Ciudadela, como para que se dé cuenta de la capacidad nómade de esta alma. No se si era errante o simplemente bohemia, pero se la podía encontrar por cualquier lado. Es más! No era de nuestro país siquiera, pero era muy cercana. Lo primero que me llamó la atención sobre por encima de todos los otros rostros pálidos (ante el encuentro con lo desconocido) fue su sonrisa. La mirada era fuerte y provocativa hacia todos y todas por igual. Lo tercero que me atrajo (lo segundo no interesa contarlo) fue su actitud aparentemente pasional, y eso en una persona es magnético. No se puede vivir sin pasión. La vida es pasión, la pasión es vida. A veces me atrevo a decir que el sentido de la vida es sentir pasión.
El día que tuve la oportunidad de bailar con ella estábamos desnudos casi de casualidad. El tango sonaba con intensidad pero en un volúmen leve, respetuoso, hasta que empezó a irrumpir el bandoneón con un aire imponente (y grosero) y aullando hasta llegar al orgasmo auditivo. Cada movimiento nuestro estaba fundido en cada acorde. Eramos dos almas en pena y alegres. Tan espontánea la pieza de baile, tan inesperada como erótica. La oscuridad empezó a bajar sobre nuestros hombros, nos empujaba hacia abajo con la fuerza de un toro. Moríamos de pie, casi de cuclillas, pero abrazados. Estábamos cofraternizados, fusionados en ese abrazo eterno, en esa seguridad que nacía de repente en cada paso, en cada compás, que era nuestro.
Ninguno de los dos atinábamos a abrir los ojos, intentábamos mirarnos con el alma. El pecho de ella rozaba el mío y nuestras respiraciones formaban una sola atmósfera, espesa, sofocante. El peso de lo efímero, el peso de lo desconocido.

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