sábado, 16 de junio de 2012

Típica clase de primero de Junio

Venía embalado, como loco, pisando casi todas las líneas que separan cada baldosa del piso bordó. (Definitivamente no era bordeaux)
Leía carteles con los ojos que tengo a los costados de la cabeza y me reía en el mas profundo y nervioso silencio. No estaba acostumbrado a llegar tan temprano a las clases. El ascensor me miraba solitario. Decidí evadirlo, como el que escapa a sus miedos, o mejor escrito, a sus adicciones.
Era todo más claro en los tempranos minutos del segundo pabellón menos aburrido de los tres.
No sabía que cara ponerle al mundo, por eso había salido con máscara. Tengo 3 o 4 máscaras a mano por si las dudas.
Con un pedacito de Milan a cuestas y ansioso por charlar con el y que me enseñe, empecé a subir las escaleras burlonas de la Facultad. Las muy malas tipas se retuercen de risa cuando uno llega al piso indicado con ese aire raro, resoplando como si hubiera corrido una maratón de 10 K (como le dicen a los kilómetros en Palermo y Recoleta).
Me dejé caer en mi propio cuerpo y aparenté caminar con cierto temple altanero y despreocupado. Los mensajitos de texto me 'desinspiraban', pero a la vez me sacaban un poco del presente. Nunca descubrí si eso era bueno.
Lo que descubrí luego es que ciertas ''ese'' (''S'') las escribía desde abajo hacia arriba, como nunca, pero de nada importaba eso ahora.
Vagabundeé por el segundo piso, siempre 'reojeando' la puerta del aula como para no perder el hilo conductor de la aspiración académica. A veces uno se olvida que viene a estudiar.
El kiosquero me recibió indiferente y con gesto adusto. La presión de ser el último cliente del día crece con el odio del vendedor. Es como una regla de 3 simple. (de manera directamente proporcional, para los despistados).
Bueno, bien. Ya ponía en sintonía esa parte del cerebro que controla la inteligencia lógico-matemática, según Gardner. Una vez que terminé de recargar energías con H20 (cómo estoy con esa parte de mi cerebro!) y un alfajor de esos que comía Elián, me metí en el pasillo oscuro que lleva al aula, dos días por semana. Es fija esa cifra de veces que concurro; una falta mas y quedo libre.
Adentro el profesor, un alumno y como cien asientos. Me senté en la fila en la que nunca me siento. Ya iban varios actos rebeldes desde que bajé fumando del 160.
La espera, sentado, pensando, era un tanto estresante. Las energías que tenía las podría haber gastado en un partido de futbol o una noche de sexo. Inteligencia lógico-matemática a la mierda, y el color bordeaux (esta vez) invadiéndolo todo. Mi cabeza quedó en J.B.Justo y la mirada en una piba que bajaba las escaleras cuando yo corría la maratón burlona de los martes y jueves. El cuerpo primitivo en el asiento, desparramando improperios traducidos en poses circenses. Las manos escribiendo. El corazón en su lugar, el estómago lleno. Los pulmones azules y los oídos endulzados de palabras que leí, y de cierta noche en que lloré por arte. La boca demasiado húmeda y los labios pendulantes, expectantes. No le prometas besos a tus labios ni a los de una mujer. Pero bueno, la clase ya empezó...

1 comentario:

  1. me super gusto!!!!!!!!! buenisimo!!! repito: las descripciones son mas que nitidas...

    ResponderEliminar