sábado, 2 de junio de 2012

escribir impulsivamente

A veces paso por Gaona y observo (aquí empieza el sinfín de definiciones) esos antros de perdición, lavadores de cerebros, multiplicopiadoras de estética personal, suburbios mentales, epifanías perdidas, negocios de regocijo, distracciones para el intelecto, signos pesos para unos, militancia de la vulgaridad obscena, picos de contaminación visual, verborragia tristemente antiliteral, malabaristas del sexo, buscadores y buscas, cuevas de hechizos baratos... y mi lista peyorativamente generalizadora, por supuesto, es vasta. Tan descifrable lo que se puede encontrar allí, tan ad actium, o predecible si se quiere. Admito que he ido a esos lugares y me he divertido, mas que nada porque mi grupo de amigos lo permitió (y aquí nace ese repudiable gesto de superioridad) aislándome de todo lo demas. El alcohol y las drogas ayudan a unirse al montón pero creo que en cierto punto es evitable y controlable la contaminación. (Acá me juzgan de nazi como al gran Nietzche)
Y que más puedo decir de todos esos códigos de barras en largas filas para entrar a contagiarse del germen de la normalidad? 
Entonces mi diversión se enfoca en un patio de la casa de alguno de los míos, cantando, tomando algo, azulcitos y sonrisas de mis amigos. Qué viejo de mierda...bueno habré sido viejo desde que tengo uso de razón...

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