jueves, 10 de mayo de 2012

El inconfundible sabor de la burrada simpaticona

Recuerdo aquel estúpido incidente con el profesor Twain en su visita a tierras argentas. Estaba ansioso por que lo llevara a degustar platos típicos y otras hierbas, y en el quinto día, después de haber recorrido parrilla en Palermo, empanadas de Anita (quedó encantado) y algunos bares con fernet cola, decidí presentarle un simpático bodegón cerca de Puente Pacífico. Gusta mucho la simpleza de estos lugarwes. Lo coutidiano de su genteh. 
Ni bien qusimos entrar un cartel negro escrito con tizas mojadas de colores anunciaba los platos del día.
El profesor Twain enseñaba castellano en la Universidad de Halperingham. Al sur de otro pueblo con nombre difícil de escribir. 

Lo horrendo fue el gesto y seguida acción del profesor Twain al leer el prometedor "pollo a la caSerola". Se ofuscó a tal punto de pedir ir a comer a otro lugar. Yo que soy un maniático de la ortografía (y fanático también de destruirla) me le planté en un español lento y aporteñado imitando la voz de un bigotudo compañero de trabajo.
-Señor Twain me apena mucho. Si bien la comida siempre entra por los ojos, lo de usted es el colmo. En nuestro país y continente en general solemos coquetear con la analfebetización. Por culpa de gobiernos detestables o de propia culpa. Tan poca paciencia al error? 

-Yo soy un hombre instruido mister, serwía una atrocidat comer un poio echo (se comió una hache el burro) en una caserolah.

Y riéndome de su estructura le enseñé la palabra pelotudo en letras mayúsculas y tono elevado.
-Perfecto don Twain. Lo espero a las 15 en la calle Oro y Santa Fe. Aviseme cuando termine su almuerzo gramatical en algun fino restaurante (dije restorán en realidad) que yo voy a degustar este elítico plato.
No me chupé los dedos, porque no es mi estilo, pero con mi pollo a la caserola dentro (se notaba el gustito peculiar de la S) me fui a buscar
al Profesor Twain al Kentucky de Godoy Cruz y Santa Fe.
 

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